Martes 08.10.2024

Deseos para un Nuevo Año

Por: Marcelo Polakoff

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¿De qué sirve un deseo solitario?

Admito que puede sonar un poco rudo el planteo, pero cuando recibo bellos deseos para el año nuevo 5785 –que en el pueblo judío comienza este miércoles por la noche–, tiendo a pasarlos de largo, no por irrelevantes (para nada) sino porque los percibo un tanto vagos, en el doble sentido del término.

Me animo así a postular que cualquier deseo que no sea acompañado de algún tipo de iniciativa que haga que dicho deseo cobre, al menos, una pizca de realidad, quedaría bastante rengo y se convertiría entonces en algo más parecido a un cliché que a un lindo augurio.

Con ese prólogo a cuestas, aquí va mi pequeña lista:

-Deseo que saboreemos paz en todo el planeta, esa paz que no es solamente ausencia de guerra, sino esa sensación de calma y sosiego que a veces (pocas) nos atraviesa. Para eso hace falta que tengamos en lo cotidiano la disposición espiritual para dominar nuestros impulsos, especialmente los que no vienen tan bien paridos.

-Deseo que en nuestra Patria se termine la pobreza y se acabe la inequidad. Para eso hace mucha falta que generemos más trabajo y más producción, que no sigamos tomando los atajos turbios del corto plazo y que pongamos el énfasis necesario en la educación y la capacitación permanentes.

-Deseo que la convivencia interreligiosa que tenemos en Córdoba gracias al Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz) inunde todos los continentes. Para eso hace falta que exportemos este modelo de renuncia al monopolio de la verdad absoluta, de hacer más ancha el alma dejando lugar a otras verdades incluso contradictorias, y de alejarnos lo más posible de cualquier tipo de fanatismo.

-Deseo que en Israel y el Medio Oriente se abra una nueva era de amistad entre las naciones. Para eso hace mucha falta que se termine el terrorismo, la opresión y los totalitarismos, y que nos comprometamos a apoyar el respeto irrestricto y la defensa de la vida, la libertad y los derechos humanos, desechando cualquier mensaje que fomente la violencia y el odio.
Contamos 5785 años desde Adán y Eva, esa mítica primera pareja bíblica que debiera hacer que nos percibamos como hermanos. Y ser hermano, en última instancia, es saberse siempre una parte, y nunca el todo. Eso es lo que más nos hace falta.

Yo comprometo mi parte.

Shaná tová umetuká. Hagamos un año bueno y dulce.

* Rabino; integrante del Comipaz
* Extr. del diario La Voz 1/10/24