JUDIOS

Acercándonos a las Altas Fiestas

Por: Daniel Goldman

El mes de Elul nos invita a entrar en sintonía con el Año Nuevo y con el Día del Perdón.
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Ya estamos en el mes de Elul, el último del calendario hebreo. De este modo, el ciclo del año judío nos invita a entrar en sintonía con la conmemoración de Rosh Hashaná, el Año Nuevo que comienza el 2 de octubre, y el Iom Kipur, Día del Perdón, que coincide con el 12 del mismo mes. Estas jornadas representan las más intensas del almanaque. Junto a los deseos de un buen año, se nos indica prepararnos para una revisión introspectiva, en un reencuentro con las preguntas básicas. Si es que pretendemos ser conscientes de nuestra preparación y sensatos con nuestras respuestas, la interrogación debe ser profunda.

Obviamente, las preguntas no son nuevas, pero sí obligatoriamente renovables. ¿Cuánto crecimos y maduramos desde el inicio del año pasado hasta este fin de este ciclo? ¿Qué cosas nos propusimos cambiar en nuestra alma? ¿Qué actitudes fuimos capaces de revisar en nuestro existir? ¿Qué es lo que reiteraríamos y que no volveríamos a hacer? ¿Qué te llama la atención hoy que no te llamaba antes? ¿Qué es lo que hoy te conmueve que no te inquietaba antes? ¿En qué aspectos nos sentimos más sensibles y en cuáles menos? ¿Qué hábitos abandonamos y cuáles asumimos?

Sigmund Golaczek solía decir: “Tú esperas de ti, los otros esperan de ti, y tú esperas de los otros, haber madurado durante este año. Madurar significa sacralizar el tiempo en sensatez y en sabiduría”. Aunque no siempre es así, se supone que en la medida en que crecemos, maduramos. Modificar lo necesario es el “gesto” de la madurez. En lo personal, no coincido en demasía con una arista de la teología que dicta- mina que todo está predeterminado. Soy un convencido de que la fuerza de la tradición nos invita a ejercer la libertad, y que son nuestros actos los que establecen el rumbo de los eventos. Por eso nunca es tarde para intentar otras cosas.

No estamos destinados a los errores del pasado porque tenemos la capacidad de superarnos y no es cierto que todo “siempre fue así”. Al enfrentar las cuevas de las mentiras asumimos la lucha contra lo indiferente y damos a nuestra existencia un sentido de reverencia. Para eso es básico caminar en la senda de la humildad, eliminando la soberbia, borrando la irresponsabilidad y tomando decisiones concretas. Así enfatizamos nuestra dignidad personal, el respeto propio y la hondura de los significados.

Las acciones que dan sentido a los significados son nuestro aporte para que el mundo sea un lugar más vivible. Vestir al pobre, dar de comer al hambriento, ayudar a mejorar la educación de nuestro entorno, crear condiciones básicas de salud, aprender a convivir con quien es diferente de mí son parte medular del ejercicio introspectivo. Intentémoslo, para que los resultados puedan ser trascendentes.