Por: P. Guillermo Marcó
Durante los primeros siglos del cristianismo había pequeñas comunidades que contrastaban con la sociedad de su tiempo, casi como si hubiesen encontrado su definición en aquellas palabras de San Pablo a los Filipenses: “Deben ser puros e irreprensibles, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación corrompida y extraviada, entre la cual deben brillar como lumbreras en medio del mundo”. Después del año 313, cuando sobrevino la paz constantiniana, el cristianismo se volvió la religión oficial del imperio. En la Edad Media, todo el ambiente cultural era cristiano. Y los pecados llegaron a ser delitos contra el Estado. A partir del renacimiento y continuando con el iluminismo, la fe y la razón entraron en combate. Cada una acusaba a la otra e intentaron generar mundos independientes. Así nace la educación católica por oposición a la educación laica y pública.
Perdón por lo simplista y apretada de esta síntesis, pero intento reflexionar sobre lo que me toca: evangelizar dentro del ámbito de lo público, no de nuestro” terreno. Entonces allí surgen las preguntas por el modelo evangelizador a seguir en una sociedad relativista: ¿Ser una pequeña comunidad de oposición al laicismo reinante? ¿Trabajar en la restauración de la cristiandad?
Desde la Pastoral Universitaria porteña hemos intentado transitar un camino distinto. Frente a tantas dudas de fe que les plantea la vida académica a los estudiantes, tratamos de ser una comunidad que pueda ofrecer respuestas para vivir la creencia en el mundo de hoy. Un joven debe formarse para poder dar a otros respuesta con fundamento sobre sus creencias. Claro que las inquietudes se contestan sobre todo a partir de una experiencia fundante: el encuenrelatro con el Señor. Por eso, anunciamos a Jesús mediante los retiros. Reunir (Retiro Universitario Reevangelizador) es una experiencia donde jóvenes comunican a otros jóvenes su experiencia de Dios. Pero no queremos ser una comunidad cerrada, sino preocupada por el “afuera”. Si bien Encontramos a Dios en nuestros retiros y celebraciones, queremos salir a anunciar a otros lo que nos hace felices. En esa línea, el fin de semana pasado, desde el mediodía del viernes hasta el sábado por la tarde, junto con la Vicaría de la Juventud de la arquidiócesis de Buenos Aires, organizamos -carpa y escenario al aire libre medianteuna misión en la plaza Houssay, ubicada entre los edificios de las facultades de Medicina y Ciencias
Económicas, centro neurálgico por el que pasan a diario mas de 150.000 estudiantes.
En mesas colocadas en las esquinas, nuestros jóvenes anotaron intenciones y repartieron estampas de San José de Cupertino (patrono de los estudiantes). Un centenar de ellos hizo una adoración eucarística en medio de la plaza. Fue emocionante ver, entre cantos y velas encendidas, como todo el lugar se convirtió en un santuario. Ver que los edificios de las facultades, cuyos contornos recortaban el crepúsculo, hacían las veces de las paredes de un gran templo urbano. El viernes lo cerramos con un recital de música y el reparto de comida a los sin techo del barrio. La misión terminó el sábado con una misa que presidió el obispo auxiliar Vicente Bokalic.
Ante estas experiencias. que nos ponen a la intemperie, tengo la convicción de que el desafío más grande que tenemos es generar comunidades fraternas en una sociedad hostil, pero abiertas al diálogo con el mundo del siglo XXI, para dejarnos interpelar y poder responder desde nuestras convicciones.
Todo un desafío.