ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Alegato en favor del matrimonio

Por: P. Guillermo Marcó

La reciente exhortación apostólica sobre la familia no es un catálogo de respuestas ante los fracasos matrimoniales, sino un estímulo a abrazar el amor fiel y permanente. Y un aporte para mejorar su atención espiritual.
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La lectura de la exhortación del Papa Francisco sobre el matrimonio y la familia será de gran riqueza para todos. Pero quisiera detenerme en uno de sus aspectos del que los medios no hablaron: la gran preocupación de cómo volver a predicar sobre este proyecto increíble que es formar una familia. Porque el objetivo principal del largo trabajo colegiado que desembocó en el texto papal fue analizar cómo acompañar pastoralmente a los jóvenes para que vivan el ideal del matrimonio y a los matrimonios, para que puedan sostener su proyecto de vida. Es dentro de ese con- texto que se abordan los problemas que traen los fracasos de una ruptura conyugal.

En el número 35 dice el Papa: “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar”. También el Papa en nombre de la Iglesia hace un mea culpa sobre el modo en el que mu- chas veces hemos presentado nuestras convicciones cristianas.

En el número 40 se refiere al desafío de los jóvenes con respecto al matrimonio: “Aún a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades que también ellos se ven disuadidos de formar una familia”.

¿Juntarse o casarse? Un dilema que se les plantea a tantos hoy en día. En algunos países, muchos jóvenes “a menudo son llevados a posponer la boda por problemas de tipo económico, laboral o de estudio. A veces por otras razones, como la influencia de las ideologías que desvalorizan el matrimonio y la familia, la experiencia del fracaso de otras parejas a la cual ellos no quieren exponerse, el miedo hacia algo que consideran demasiado grande y sagrado, las oportunidades sociales y las ventajas económicas derivadas de la convivencia, una concepción puramente emocional y romántica del amor, el miedo de perder su libertad e independencia, el rechazo de todo lo que es concebido como institucional y burocrático “.

El planteo nos desafía: “Necesitamos –dice– encontrar las palabras, motivaciones y testimonios que nos ayuden a tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarles a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio”.

Esta exhortación da numerosos textos para reflexionar y trabajar. El es consciente de que posible- mente no deje contentos a los que esperaban grandes y arriesgados cambios de doctrina (cosa que sostuve desde un principio que no iba a pasar). Lo que busca es volver a proponer la belleza de un ideal evangélico: “el matrimonio indisoluble”, sin desconocer las dificulta- des e invitándonos a usar la creatividad pastoral para acompañar las situaciones dolorosas y difíciles.

“Con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira a las familias fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas. Gracias a ellas se hace creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre.”

Es muy reduccionista presentar este documento como unas cuantas soluciones para los que fracasan, cuando lo que se propuso es todo lo contrario: entusiasmar en el amor fiel y permanente.