Los tiempos inciertos, la crisis de confianza y los agoreros de siempre suelen empujar hacia un clima de desesperanza; a un cierto clima de que todo será peor o igual, no importa qué hagamos. Bajar los brazos parece el camino conocido en un mar de frustraciones, si nos dejamos absorber por el desánimo.
Sin embargo, una certeza viene en auxilio. No estamos solos si somos comunidad de Fe; nada grande hemos logrado solos, ni siquiera una vez... Las respuestas, entonces, aparecen en comunidad, estando juntos. Dice el cardenal Poli que «sínodo» significa «hacer juntos el camino». ¿Y de qué camino se trata?: del camino del amor misericordioso y compasivo de Jesús, «quien pasó haciendo el bien y curando a todos» (Hch 10, 38). La educación de Buenos Aires se pone en camino para escuchar y escuchar- nos, primer paso para sintonizar con el espíritu de servicio misericordioso que nos enseñó Jesús.
Las escuelas promovemos en este tiempo particular de la Iglesia diocesana una actitud de escucha. Como la de una madre con sus hijos. Comenzamos tiempos de encuentro, diálogo y oración, donde todos los bautizados buscaremos lograr un mismo espíritu que nos permita escuchar lo que el Espíritu pide a nuestra Iglesia de Buenos Aires. Quizás esta sea una valiosa oportunidad para diseñar y poner en marcha una nueva pastoral misionera que lo transforme todo, tal como nos pide el Papa Francisco.
Con terca esperanza, sabemos que una nueva realidad es posible si llevamos a fondo nuestra herramienta más valiosa: el diálogo. Sabemos que no es un camino sencillo y, por esto mismo, resultan pasos vitales, necesarios para llegar a una Ciudad nueva. En las vísperas de los 400 años de la fundación de la arquidiócesis de Buenos Aires, es el camino al que invitan las escuelas de la Iglesia para una celebración fecunda.