JUDIOS

Ante uno de los libros bíblicos más controvertidos

Por: Norma Kraselnik

Es el de Ester, que salvó a su pueblo de una matanza. Pero en el texto no se menciona a Dios. Se lee en Purim.
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De los 24 libros que conforman la Biblia hebrea tal como se computan en la tradición judía (39 en su más detallada clasificación), 12 tienen nombres genéricos que no aluden a una persona en particular, 10 tienen nombre de varón y 2 se denominan con el de sus protagonistas femeninas. Es decir, la proporción de textos titulados con nombres de mujer es mínima. Los dos libros son Rut y Ester. Ambos se encuentran en la sección de la Biblia hebrea conocida como Hagiógrafos y cada uno está vinculado a una celebración del calendario judío. El libro de Rut se lee en la fiesta de Shavuot, Pentecostés, día de la entrega de la Torá porque allí se relata cómo Rut asume su pertenencia al pueblo de Israel y acepta la Torá como guía de vida. El libro de Ester se lee públicamente en las sinagogas en la festividad de Purim, conmemoración que hemos celebrado a partir del lunes por la noche durante el día de ayer, martes. Allí se narran los acontecimientos ocurridos en el Imperio Persa durante el siglo V a.e.c. que derivaron en la salvación del pueblo hebreo de un asesinato masivo, gracias a la intervención de la reina Ester, considerada en el pueblo hebreo como una de sus mayores heroínas.

La historia registrada en el texto cuenta que el rey persa Asuero, identificado posiblemente con Jerjes I, luego de repudiar a su esposa Vashti, escoge como reina a una bella doncella llamada Ester, sin saber que era judía. Su tutor, Mardoqueo, escucha un complot contra el rey en la puerta del palacio y, por intermedio de Ester, se lo hace saber al monarca. Mientras tanto, el mismo Mardoqueo, fiel a su tradición hebrea, se niega a prosternarse ante Amán, el visir del rey. El visir, ofendido, trama el exterminio de todo el pueblo hebreo y obtiene del rey un edicto que fija una fecha para la ejecución masiva. La reina Ester, bajo el asesoramiento de Mardoqueo, se presenta ante el rey sin haber sido convocada y consigue que se invierta la situación, liberando así a su pueblo de una matanza segura. Desde entonces se celebra la fiesta de Purim (de Pur, Suerte) el 14 de Adar y se lee el libro de Ester.

Este tratado, junto con El Cantar de los Cantares, fue uno de los últimos en ingresar al canon y su inclusión fue producto de una controversia entre los rabíes, tal como podemos leer en el Talmud. El motivo de la disputa, entre otros, fue que en ninguna parte del relato se menciona a Dios ni hay alguna clara alusión a él, por lo que algunos no lo consideraban una Escritura Sagrada. La única reminiscencia podría estar en el cap. 4:14, cuando Mardoqueo le dice a Ester: “Por cuanto si en este momento callas, vendrán socorro y liberación para los judíos de otra parte”. En esa “otra parte” estaría aludido Dios, aunque frente a esta sutileza, el rey persa es citado en el relato casi doscientas veces. Esta extrañeza del texto bíblico podría ser fruto de la censura real o de una autocensura impuesta, respondiendo a una conveniencia de la vida en el exilio.

Lo cierto es que cuando en Alejandría se comienzan a traducir los textos hebreos al griego, en el Siglo III a.e.c., traducción conocida como la Septuaginta –previa a la canonización definitiva del texto hebreo–, el libro de Ester queda versionado con unas adendas que recuperan ese tinte espiritual, de conexión con lo divino que carece el texto canonizado en la Biblia hebrea. La Septuaginta trae, por ejemplo, un sueño de Mardoqueo, con premoniciones de lo que ocurrirá y del lugar que le cabría a él y a Ester. Pero por sobre todas las cosas, trae una profunda y sentida plegaria de la protagonista, en los momentos previos a su intervención ante el rey. Es una voz que suma emotividad, espiritualidad y compromiso. Es la voz de la mujer que se juega por su pueblo y que se siente sola: “Acuérdate Señor y date a conocer en el día de nuestra aflicción. Y dame a mí valor, Señor de toda la autoridad. Pon en mis labios palabras armoniosas cuando esté en presencia del león… Líbranos con tus manos y acude en mi socorro, que estoy sola y a nadie tengo, sino a ti, Señor…”.

En este cruce casual de Purim y el Día Internacional de la Mujer, que voces como las de Ester puedan surgir y hacerse oír por siempre.