Por: Daniel Goldman
La Argentina asienta gestos ejemplares. Mientras el planeta tierra vive el temor y el dolor de la guerra, nuestro país produce acciones extraordinarias que son desconocidas. El calendario permitió que tres credos crucen eventos y conmemoraciones fundantes. Mientras los musulmanes celebraron la Fiesta del Sacrificio, los católicos peregrinaron al Santuario de Luján, y los judíos observamos el Día del Perdón. Lo interesante fue que estos acontecimientos se entramaron de un modo delicado.
Mi amigo el padre Guillermo Marcó y yo fuimos entrevistados por diversos medios para encontrar puntos de coincidencia entre los sucesos, cosa que el análisis teológico permite, ya que el acto de orar y la acción de peregrinar se cruzan fenológicamente. Y a su vez se dieron dos gestos muy intensos que fueron confluyentes. En el templo de la calle Libertad, el rabino Sergio Bergman invitó al islámico Omar El Bacha a entonar el tradicional Llamado a la Oración. Y paralelamente en la Comunidad Bet El, amigos musulmanes y cristianos se unieron en plegaria, participando del servicio religioso de Neilá, el último tramo de oración del día de Kipur. Para las congregaciones participantes resultó un alto honor y una inmensa compañía fraterna, ya que el hecho de sentirse receptora de peregrinos en búsqueda de invocación, permite el aprendizaje, la superación de prejuicios y la construcción de una sociedad más pluralista.
Es bello pensar que las casas de oración puedan abrir sus puertas y construir puentes, ya que el diálogo interreligioso implica un compromiso de vida. El Dios del Universo no creó el Islam o el cristianismo o el judaísmo. Creó a Adán, al ser humano, que a través de su opción religiosa cultiva la cultura religiosa de conciencia y compasión. Adán es cada varón, cada mujer y cada niño creado a Su imagen.