Por: María Montero
En esta época de la posverdad, donde gana el descreimiento a los valores impuestos y la realidad pasa a ser solo lo que se cree para justificar las propias ideas, los millennials, lejos de ser influidos por la radio, la televisión o los diarios, tienen como modo natural de comunicación el celular, internet y las redes sociales. Para los adultos, ingresar a ese lenguaje de likes y followers es un desafío y más aún para los docentes que tienen la función de transmitir el mensaje evangélico en las escuelas.
“En los primeros tiempos la Iglesia se esforzó en dialogar con el mundo griego desde su racionalidad y con su filosofía –explica el padre Juan Manuel Ribeiro, miembro del consejo de Pastoral Educativa de la Vicaría de Educación de la arquidiócesis de Buenos Aires-, pero hoy nos encontramos en la época del pensamiento débil que somete todo a la emotividad. Resulta urgente para los cristianos repensar nuestro lenguaje para poder dialogar con el mundo contemporáneo, y el papa Francisco es un buen ejemplo de ello”.
Con esta intención, la Vicaría de Educación convocó a todos los catequistas de sus escuelas para compartir sus experiencias, conocer las necesidades y acompañarlos en la elaboración de nuevos materiales. Hará también, durante este mes, una consulta a los alumnos de 4° y 5° año.
Según Ana Inés Rodríguez, del colegio Espíritu Santo de Palermo, “toda la institución educativa tiene un lenguaje diferente del joven, por eso conocer la terminología, interesarnos en lo que juegan en los celulares o en las redes es una puerta de entrada”. Soraya Wittstatt, catequista en los colegios Cristo Maestro y San Ramón, cree que si bien el lenguaje es importante también lo es el que puedan encontrar la presencia de Jesús en aquellos que no son tenidos en cuenta a través de las experiencias solidarias. Pero también reconoce que una de las dificultades con las que se encontraron en los últimos tiempos “son las tensiones que hubo en la Iglesia con las problemáticas sociales, humanas y políticas, como fue el tratamiento del aborto y de los sacerdotes pedófilos, generando en los adolescentes resistencias para acompañar las propuestas pastorales”
Rodríguez tuvo la misma experiencia aunque opina que “fue también una oportunidad para debatir con respeto, porque el joven no soporta la imposición. Creo que nuestra forma de llegar –agrega- es generando espacios de reflexión y escucha para que puedan expresarse libremente y saber que podemos amarnos igual aunque opinemos diferente”. Mercedes Abásalo es catequista en cinco colegios de la Capital y considera que los vínculos superfluos que pueden caracterizar a las redes no hablan del todo de lo que es la juventud. “Puedo asegurar –dice- que los niños y adolescentes con los que he trabajado han demostrado una sensibilidad hacia cuestiones de orden social que no deja de admirarme, porque cuando les hablo de alguien que lo necesita, ellos mismos preguntan sobre su realidad, buscan maneras de ayudar”.
“El joven escucha, opina y discute, pero siempre está dispuesto”, afirma Rodríguez, y pone un ejemplo: “El fin de semana de la peregrinación a Luján, uno de los chicos cumplía 18 años y no sólo decidió junto con sus compañeros venir a ayudar, sino que sumaron fondos para que pudieran participar todos”. Por su parte, Mercedes relata el caso de Mario, “un hombre en situación de calle al que le habían robado la bicicleta, entonces un chico de 4° grado consiguió una de su tía que no usaba y se la llevó con su familia. Pero como a Mario justo le habían dado una, le regaló la suya a David que también estaba en la calle y ahora trabaja en delivery”. Y advierte que el Papa Francisco “invita a los colegios a no encerrarse, sino a ser comunidades ‘en salida’ y, dada la situación del país, qué importante es que los jóvenes nos renueven la esperanza, siendo ellos mismos puentes frente a tanta grieta planteada”.