Por: Daniel Goldman
Si es que hay una dimensión indominable, esa es la dimensión del tiempo. Ante la gran discusión filosófica de si nosotros pasamos por el tiempo, o el tiempo pasa por nosotros, el calendario, como agujas del reloj, (y destaco el sentido de la aguja), pincha. El calendario provoca, molesta. Pero por otro lado, la aguja entrama, cose, une, remienda, recompone.
¿Y qué recompone? El irrevocable destino de seguir creciendo. Entonces, ¿qué puede ser un calendario? Un objeto que nos hace variar entre el ánimo de la molestia, hasta el esfuerzo de la tranquilidad. Los estadíos de la tradición no son otra cosa que modelos de calendarios, que pasan por un simbólico otoño, invierno, primavera y verano, para transformarse y repetirse sucesivamente.
Entonces, ¿quién pasa por quién?, ¿nosotros por el calendario o el calendario por nosotros? Otro año en el que la pascua puede marcar la diferencia. Dicen los maestros de la tradición judía que en cada generación se presenta la opresión, la liberación, la tierra prometida y el desierto.
1) La opresión es la hostilidad, la arbitrariedad y la humillación cotidiana.
2) La pascua es liberación: el estado de conciencia. La innovación del descubrimiento, la aguja que nos aguijonea e incomoda en el calendario de nuestro crecimiento constante, que nos ilumina en la sombra al saber que no todo porque fue “así”, tiene que seguir siendo “así”; que hay cosas que no pueden ser cambiadas y otras, por el contrario que “deben” modificarse.
3) Siempre hay un sentido de promesa. Siempre hay una tierra prometida. Puedo mejorarme y superar las angustias, los disgustos. Puedo repararme y reparar las molestias. Siempre hay un mundo y un FUTUROmás atractivo. Ello le da sentido a nuestra vida.
4) El camino hacia la Tierra Prometida, se produce siempre a través de un alegórico desierto, descubriendo que vamos a tener que transitar por noches inhóspitas y días sofocantes, por fríos intensos y calores asfixiantes.
Entonces, ¿qué es un calendario? El registro de la trayectoria de una transformación espiritual que parte desde la estrechez y nos conduce hacia la apertura de una existencia más significativa, abordando el proceso de crear y cultivar
aquello que deseamos que suceda en nuestra propia experiencia.
Es en este sentido que la celebración y la reflexión pueden ayudarnos a acortar la brecha que existe entre la manera en que estamos viviendo y cómo queremos vivir, para abrir nuevos horizontes que le darán forma a todo cambio dentro de nuestras posibilidades.