Por: Sergio Rubin
Uno era polaco, italiano el otro. El nacido en Wadowice fue entronizado a los 58 años, convirtiéndose así en el Papa más joven del siglo XX. Gobernaría la Iglesia
Católica durante casi tres décadas. En cambio, apenas cinco años duró el papado del oriundo de Berg-a mo, provincia de la región italiana de Lombardía.
Karol Wojtyla fue Juan Pablo II, apodado el Papa peregrino. Giuse - ppe Roncalli era el nombre secular de Juan XXIII, el Papa bueno. Un ejercicio comparativo de sus respectivas biografías arroja cantidad de aspectos circunstanciales, históricos y también de estilos personales que los diferencian; especialmente en lo que se refiere a la impronta que cada uno dejó en su paso por el sillón de Pedro. Pero hay dos cuestiones centrales que empequeñecen hasta uncarácter anecdótico cualquier posible disimilitud: más corto, más largo, ambos papados dejaron surcos muy profundos, al punto de sacudir de raíz con sus iniciativas y orientación estructuras de la Iglesia con mucha raigambre entre el clero y los fieles. Esto les valió apoyos determinantes, aunque también cosecharon controversias y vieron cuestionada su autoridad por sectores minoritarios.
Sin embargo, fue el cariño popular, masivo, contundente, explícito, que uno y otro recibieron, el elemento que más los aproxima. Hay que decirlo: fueron Papas con
ductilidad y carisma para llegar al corazón de la gente, que no tuvieron en cambio otros Pontífices. Prueba cabal de eso es el grado de movilización que existe hoy enla Iglesia ante el inminente paso a la santidad de ambos. Se da por descontado que Roma se verá desbordada el 27 de este mes; la fecha que determinó el Papa argentino para la canonización de estos dos antecesores suyos.
Habrá jefes de Estado, monarcas y líderes religiosos de todas las confesiones. Entre la masiva presencia de peregrinos de todo el mundo en la Plaza de San Pedro,
se aguarda que sobresalgan miles y miles de polacos ansiosos de asistir a este acto que convertirá formalmente en santo a su connacional Karol Wojtyla, de quien todavía no se cumplió una década de su fallecimiento. Es infrecuente que un Papa sea canonizado a tan poco tiempo de su muerte. Pero Francisco aceleró los tiempos, salteando incluso exigencias vaticanas, como la de tener por probados dos milagros para ser declarado santo (a Juan XXIII le comprobaron solo uno y bastó).
En el caso de Juan Pablo II, el proceso fue iniciado por el Papa Emérito Benedicto XVI, quien impulsó su beatificación. Curioso: la autorización para que Juan XXIII
fuera beatificado (paso previo a la canonización) corrió por cuenta de Juan Pablo II.
Corrían apenas tres meses de su consagración como Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, cuando Roncalli convocó para sorpresa de todos el Concilio Vaticano II, una iniciativa que significó dar vuelta a la Iglesia y oxigenarla para ada-p tarla a las exigencias que el mundo planteaba en la década de los 50 del siglo pasado. Esto trajo aparejado, entre otros cambios literalmente dramáticos una nueva forma de celebrar la liturgia, más próxima a los fieles. Pero Juan XXIII estaba fatalmente enfermo y no llegó a ver en vida la profundidad de sus reformas.
Juan Pablo II, en cambio, era un canto a la vitalidad y el deporte al momento de ser designado Papa. Desbordaba una energía sin igual en cada una de sus presentaciones, que fueron miles a lo largo de su tiempo como uno de los hombres más influyentes de la Tierra. Pero su salud comenzaría a derrumbarse de a poco tras el atentado que sufrió en la Plaza San Pedro, a manos de un sicario turco, supuestamente rentado por la inteligencia búlgara.
Redactó 14 encíclicas, visitó como Papa 129 países y fue un ícono del anticomunismo. En la Argentina se lo recuerda por su intervención providencial para evitar que la Argentina y Chile entraran en guerra a fines de 1978.