Hay señales de tránsito próximas a las escuelas que invitan a transitar con lentitud. Parecen querer reconocer: ¡ojo! ¡Éste es un lugar especial! ¿Por qué? Allí se quiere proteger lo humano, allí se celebra la fiesta del crecimiento de cada corazón, de esos corazones que se lanzan a la vida entre posibilidades y carencias. Y en cada barrio hay unas escuelas con una marca particular:son las parroquiales. Tienen ese no sé qué. Pegaditas, muchas veces, a una iglesia, son como un abrazo que se abre a los vecinos mostrándose accesibles, invitando a construir comunidad, a sentirnos familia grande. Se hicieron a pulmón, fueron creciendo sin perder el aire de confianza y cercanía; siempre sirviendo el plato de la educación para tantos que las eligen por la calidez de sus docentes, por la contención de sus directivos, por el clima que se respira de fe sencilla que sabe de compartir dieces y ceros.