ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Disparen contra Francisco

Por: P. Guillermo Marcó

Críticas injustas. Las recibió el Papa por su supuesto silencio ante los atropellos del régimen venezolano. Pero desde el inicio de su pontificado procura contribuir a la superación de la crisis con palabras y gestos.
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Fueron muchas las críticas que durante mucho tiempo recibió el Vaticano y, en particular, el Papa Francisco, por su supuesto silencio respecto de los acontecimientos sucedidos en Venezuela. La Iglesia desde siempre- siguiendo el ejemplo profético de Jesús- ha denunciado las injusticias, pero, sobre todo, lo ha hecho con caridad y sin perder la perspectiva trascendental de su misión, que es procurar que los que hacen el mal se conviertan de corazón y cesen en sus acciones. El Papa Francisco ha denunciado en reiteradas ocasiones las injusticias que se viven en el mundo, como la abierta violación a la Constitución de un país, a la libertad y la igual dignidad de toda persona humana. Ahí está todo su magisterio para quien esté dispuesto a leer no solo notas periodísticas y así poder sacar sus propias conclusiones.

Cuando el Papa logró, después de 55 años de fracasos en las gestiones diplomáticas, acercar a los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba a un diálogo que se encamine a terminar con el bloqueo (independientemente de los frutos que pueda lograr o no tal gestión en tiempos de Trump), lo hizo discreta, diríamos bien, secreta- mente. Sin hacer declaraciones inútiles ni meras proclamaciones de principios. “No se trata de hacer declaraciones pour la galerie, sino de lograr los objetivos”, afirmó el arzobispo de Mérida y ex Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, monseñor Baltazar Porras, ratificando las gestiones realizadas por el pontífice por su país en este tiempo.

Los que lo critican seguramente ignoran también que el secretario de Estado del Vaticano, nombrado por el propio Bergoglio en 2014, Pietro Parolin, fue antes nuncio apostólico en Caracas. Sería ingenuo suponer que el Papa no sabe de primera mano la gravedad de la verdadera situación del pueblo venezolano. No sólo Parolin, sino que el Episcopado venezolano se mantuvo cerca, atento y acompañado por Francisco, en su empeño por contribuir a la pacificación de la situación, haciendo suyos los durísimos pronunciamientos de los obispos venezolanos, como señaló el mencionado arzobispo Porras.

Se le exige a la Iglesia un alto compromiso con lo político, pero es bueno recordar que su función primeramente es —no lo olvidemos— la salvación de las almas, en contraste con la escasa o tibia reprobación hacia quienes realmente tienen, en razón de sus cargos en gobiernos nacionales y sobre todo en organismos internacionales, la responsabilidad de velar por el respeto a la democracia, la vida y los derechos de los venezolanos. Muchos seguramente no saben los nombres de aquellos responsables que cobran un sueldo por velar por las instituciones y, sin embargo, no se demoran en apuntar sus críticas contra el Santo Padre.

Espero que la declaración de la Santa Sede y el compromiso de quienes tienen la responsabilidad política en nuestro continente y en el mundo, junto con nuestras oraciones, puedan restablecer para los hermanos venezolanos el respeto de sus derechos, logrando el cese de las muertes y la violencia en todas sus formas. También sería bueno que los argentinos saquemos nuestras propias conclusiones, ya que Venezuela y el régimen de Chavez-Maduro fueron un aliado estratégico del anterior gobierno argentino, cuyos participantes - siempre preocupados por los derechos humanos- guardan hoy un vergonzoso silencio.