Pese a ser el Santo Sepulcro el lugar más sagrado para los cristianos, la apertura y cierre de la basílica está a cargo desde hace siglos de dos familias musulmanas: una que se pasa las llaves de generación en generación y otra que abre y cierra la puerta. Es que en 1187, tras conquistar Jerusalén, Saladino le dio la llave a la familia Jouden por el gran significado espiritual del lugar, mientras que la familia Nusseibeih es la encargada de usarla.
Actualmente, Adeeb Jawad Jouden es quien diariamente, a las cuatro de la mañana, llega a la basílica con la llave y se la entrega a un Nusseibeih para que proceda con la apertura. “Tenemos buenas relaciones con las comunidades cristianas que administran el Santo Sepulcro, pero para ellos es mejor que nosotros tengamos la llave y abramos la puerta así no se pelean”, dice Jouden.
Saladino obligó a los cristianos a pagarle un “impuesto” a los musulmanes encargados del acceso, que fue abolido en el siglo XIX.