En una sociedad organizada, impartir justicia, satisfacer necesidades o velar por intereses específicos son objetivos de las Instituciones. Y si por distintas razones se dudara de su legitimidad - es decir, si no fueran reconocidas en su función por la sociedad mayoritaria o, peor aún, se las desconociera - estaríamos ni más ni menos que ante una crisis del Estado social.
Los Estados Nacionales – entre ellos, la Argentina – se organizan a través de las Instituciones Sociales. Cada una simboliza distintos valores e intereses necesarios para el funcionamiento dinámico de los distintos ámbitos y para una convivencia armónica. Casi como en un manual escolar, entrar desde la ruta a un pueblo es encontrar una ilustración física y colorida de la presencia de las Instituciones en la vida de las personas: la escuela – Educación - , la iglesia – Religión - , la casa de Gobierno - Política y Economía -, y alguna oficina judicial; en las inmediaciones, la cuadrícula de casas con sus habitantes, solos u organizados en familias de todo tipo y forma; y en el centro, la plaza, escenario tradicional de encuentro social y representación del Tiempo Libre.
Cuando los Estados y las Instituciones que lo constituyen son sólidas y cumplen con su rol, las discrecionalidades, caprichos o delirios de un individuo o de un grupo con cierto poder no constituyen un riesgo. Por el contrario, todo desorden se vería neutralizado por el orden general.
Si la importancia del primer hogar como fuente socializadora del individuo no es un tema social central, la institución Familia está en crisis. Si la gestión de la educación, aún frente a resultados adversos, centra la atención fundamentalmente en salarios y días de clase y no tanto en la formación de los docentes y la actualización de los planes de enseñanza, la institución Educación está en crisis. Si se pone en duda la legitimidad de la Justicia o grupos de presión intentan resolver los asuntos judiciales en la calle o con violencia, la institución Justicia está en crisis. Si los edificios centrales del Gobierno del Estado ven como símbolos deslucidas su aura y su connotación de prestigio, la Política y la Economía están en crisis.
Si los medios de comunicación y especialmente las redes digitales dejan de oficiar como canal de encuentro interinstitucional y comienzan a desplazar a las Instituciones, a absorber su función natural de representar valores y satisfacer necesidades, el Estado está en crisis. Los medios son el sitio de intercambio para el desarrollo de nuevas ideas y propuestas, una acción clave en las democracias representativas. Sin embargo, el proceso de los hechos relevantes de la agenda política con frecuencia se reduce a declaraciones y contradeclaraciones posteadas en las redes, se construye más con palabras, y sus múltiples interpretaciones, que con datos y hechos concretos.
Crisis significa fase de debilitamiento que, eventualmente podría llevar a otra fase cuyas características son difíciles de reconocer y proyectar. La crisis de representatividad de las Instituciones implica la crisis del Estado, base de la organización integral de un país.
Difícil avanzar con planes y pensar en un futuro si las condiciones básicas del escenario para el desarrollo no se aseguran. Es insuficiente saber gobernar, también hay que saber ser gobernado, educados desde niños para ejercer integral y responsablemente nuestro rol de ciudadanos. El desconocimiento o negación de valores tan necesarios para la administración general del Estado – anomia – y para una convivencia social armónica nos desarma hacia el mundo en la concreción de nuestros sueños e ideales.
Daniel Sinopoli
Director del Dto. de Ciencias Sociales
y Humanidades - UADE