Por: Daniel Goldman
Desde de ayer por la noche hasta que oscurezca esta jornada, el pueblo judío conmemora el Día del Perdón. Es el tiempo más sagrado del calendario hebreo. Nuestras oraciones están dirigidas al Todopoderoso para que podamos encontrar luz detrás de tanta confusión. Solicitamos su clemencia, después de haber transitado un año en el que, sin duda alguna, hemos cometido errores.
Debemos pedir perdón a quienes hemos herido. Debemos reconciliarnos con aquellos a los que ofendimos. Las disculpas formales no son suficientes. En este sentido, la ley judía es estricta y nos orienta con una serie de acciones claras y concisas, a las que llamamos pasos de Teshuvá (retorno). Intentaré enumerar las principales. En principio es necesario reconocer la falta, arrepentirse de manera genuina y comprometerse a no volver a repetir el acto falaz. Aquel a quien se solicita la disculpa debe estar dispuesto a perdonar. Pero si esa disculpa no se percibe como sincera, puede ser rechazada, especialmente cuando se trata de alguien que comete habitualmente el error. Y si se observa que este comportamiento ofensivo acompañado por la consiguiente disculpa es reiterativo, se sugiere mantener distancia en el futuro, aunque sea perdonado.
Hay cinco acciones prohibidas en Iom Kipur: comer, beber, usar cremas o aceites, lavarse, calzarse con zapatos de cuero y mantener relaciones sexuales. El Día del Perdón debe representar el símbolo de llegar a lo más profundo del alma, es decir al carácter de la finitud humana, en el que nos asemejamos a una persona fallecida para luego volver a resurgir. Y todas las acciones enumeradas nos son vedadas porque representan quehaceres cotidianos de la vida. Por eso nos vemos inhibidos de realizarlos.
Las oraciones de Iom Kipur están compuestas por muchos poemas y súplicas, algunos de las cuales son difíciles de entender, incluso para quien domina el idioma hebreo. Pero el sentido es que el lector pueda interpretarlos con su mente y su corazón. Por eso es menester pasar el día en la sinagoga junto a la congregación, acompañando a nuestro semejante, haciendo de esta jornada un tiempo significativo y un espacio con un propósito. Los sabios recomiendan evitar el recitado de las oraciones de memoria o de manera irreflexiva. Debemos vincularnos con cada palabra y melodía. En muchas sinagogas, además de las preces establecidas, los oficiantes incentivan el repaso de secciones de la Biblia que sensibilizan el alma. Algunos servicios religiosos añaden la lectura de pasajes que incluyen escritos de la literatura jasídica que hacen referencia al arrepentimiento, e inclusive textos que muestran la capacidad del hombre de sobreponerse a las vicisitudes más agudas. Recuerdo haber participado hace unas décadas de un servicio religioso en el que el rabino leyó tramos del libro El hombre en busca del sentido, de Viktor Frankel, un psicoterapeuta vienés que sobrevivió el horror de Auschwitz. Allí afirma que cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el noble desafío de cambiarnos a nosotros mismos. Por la tarde, el servicio religioso nos indica leer la historia de Jonás el profeta, un maravilloso relato en el que este personaje aprende de sus errores.
Es mi deseo que todos tengamos un Iom Kipur reparador y pleno de significado, en el que podamos perdonar y perdonarnos, reconciliar y reconciliarnos. De este modo, la vivencia en cada instante nos impulsará a elevarnos en nuestra existencia.