Por: Daniel Goldman
Dios en Busca del Hombre es el título de uno de los libros más desafiantes que se han escrito sobre la teología judía del siglo XX. Su autor es Abraham Yehoshua Heschel. No solamente me une a su pensamiento el encanto de la profundidad, sino también el hecho de que fue el maestro del Rabino Marshall Meyer, de quien me considero uno de sus discípulos. Nacido en Varsovia en 1907, el Profesor Heschel se formó en las principales escuelas rabínicas de Polonia. Dada su extraordinaria brillantez en temas filosóficos, fue admitido en la Universidad de Berlín, concluyendo su doctorado con 21 años de edad. Su libro sobre los profetas bíblicos se transformó en una referencia clásica.
Su vida no fue fácil. A finales de octubre de 1938, fue detenido en la ciudad de Frankfurt, y deportado a Polonia. Seis semanas antes de la invasión alemana a aquel país, fue invitado por el prestigioso Hebrew Union College de los Estados Unidos a dictar una conferencia.
Esta situación permitió salvar su vida. No así al resto de su familia, que fue asesinada en el Holocausto. A partir del año 1946 se desempeñó como titular de la Cátedra de Etica y Misticismo en el Seminario Teológico Judío de Nueva York. Pero la cotidianeidad de Heschel no se limitó al quehacer académico. Sentía que el estudio de los profetas lo inspiraba a comprometerse en la lucha por los derechos humanos y sociales, en contra del racismo y a favor de la paz, convirtiéndose en uno de los más reconocidos militantes contra la guerra de Vietnam.
Como promotor del diálogo interreligioso, Heschel atrajo no solamente a judíos, sino también a referentes de otros credos, quienes se sintieron movilizados por su mensaje y su acción. La fe no brota de la nada. Aparece con el hallazgo de la dimensión sagrada de nuestra existencia … La fe no aparta al hombre del pensamiento, no suspende el razonamiento … Considerar todo lo que sucede como obras de la Providencia es negar la responsabilidad humana … Nuestra tarea es obrar, no sólo gozar; cambiar, no sólo recibir; acrecentar, no sólo descubrir la obra de Dios … El hombre de fe sabrá cuando consentir y cuando desafiar” escribió este gran maestro.