JUDIOS

El Génesis nos incita a reaccionar

Por: Daniel Goldman

Para mejorar la condición humana. El primer libro de la Torá muestra los mayores defectos de los hombres.
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En las sinagogas, los días lunes, jueves y sábados, dentro del servicio ritual matutino se lee una parte de la Torá o Pentateuco, siendo que a partir de la semana pasada, la liturgia indica que comenzamos a leer el libro de Génesis.

Tal como indica su nombre, la narración inicial se refiere a cómo Dios establece el orden de la maravilla del universo en un período de siete días. Pero el relato mismo, en su devenir, va considerando y añadiendo otros aspectos y aristas a este sentido mítico de la creación. Acorde a algunos intérpretes, el Génesis tiene como objeto exclusivo relatar el desarrollo de la familia humana en general, y la hebrea en particular. ¿Cómo es la historia de estas primeras familias? El libro registra que ellas están lejos de ser idílicas y perfectas. El relato presenta de una manera lúcida y directa las luchas matrimoniales, las competencias fraternas, las rivalidades humanas, de modo tal que su lectura conduce a una identificación entre el lector y la palabra, hasta involucrarlo emocionalmente. Me atrevería a decir que el Génesis es un relato tan crudo y honesto, que por momentos resulta doloroso y movilizante.

En este sentido los invito a comparar el espíritu de este texto con aquellos de otras culturas. Las historias de inicios de otros grupos humanos relatan epopeyas y actos valerosos de grandes héroes; leyendas de Dioses fuertes y poderosos. Pero el Génesis simplemente se dedica a describir “sin pudor” a la familia arquetípica. Usualmente diríamos “sin anestesia”. Ello por un lado nos incomoda y por otro nos enorgullece. Nos incomoda porque describe cómo somos, y nos enorgullece porque expresa verdades que deben modificarse. Así es el relato de nuestro libro es nuestra historia, una saga que tiene por objeto no ocultar los defectos.

Somos los descendientes de Caín, de quien llevamos su marca. Somos los hijos de Abraham y Sarah, que entraron en conflicto con Hagar e Ismael, desafiándonos con un compromiso de paz a resolver esa pugna. Somos las genealogías de Jacob, que entró en tensa contienda con Esaú. Somos los descendientes de José que fue empujado a un pozo, y que solo por misterio divino pudo salir de allí. Somos una humanidad a la que le cuesta aprender del pasado, pero insiste en el valor de la memoria. El libro de la Creación fue escrito con el objeto de incomodarnos e instarnos a reaccionar. Registra el conflicto humano desplegado en un escenario que nos revela que todos tenemos un parentesco, que estamos conectados, y que no podemos evadirnos de ese desafío. Porque la pregunta a Caín no es de específicamente teológica –¿en qué creemos?-, sino existencial –¿quiénes queremos ser?-.

La historia y la memoria son la materia prima de la vida. El Génesis nos sugiere que no se pueden cambiar los hechos, pero sí el destino, para mejorar la condición humana.

Que su lectura nos inspire a refinar cada acción, de modo tal que las relaciones familiares se vean reflejadas en el respeto, el afecto y la armonía. Que esos valores puedan permearse en toda la sociedad.