JUDAISMO - AUTOR: TZVI BAR ITZJAK

El gesto de la reparación

Con la humanidad que lo caracteriza, el Papa besó las manos de seis sobrevivientes de la Shoá. Fue un bálsamo ante tanta incomprensión.
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El profeta Isaías sentencia: <>. De ahí proviene su nombre: Iad Vashem. Emplazado en el Monte del Recuerdo de la santificada ciudad de Jerusalen, el Museo del Holocausto o Iad Vashem impone silencio y recogimiento. Allí, cada visitante recorre los pasillos de la historia más horrorosa del siglo XX, y se confronta con el mayor dilema existencial: cómo el ser humano es lo suficientemente idóneo para tener gestos sublimes que lo conduzcan a poderse emular con ángeles celestiales, y a su vez cómo es capaz de producir tanta destrucción que lo lleve a asemejarse a lo más bajo y diabólico.
En cada sala del museo uno puede ver de forma didáctica cómo se construyen los prejuicios, cómo puede educarse para el odio, y hasta cómo se pueden erigir factorías de muerte. En ningún rincón se hallan golpes bajos. Sólo testimonios y memorias. Una de sus salas más impactantes es la "Iad laieled" o "Cámara de los Niños". Se encuentra en una caverna y es un tributo al millón y medio de niños judíos asesinados por la maquinaria nazi. Al ingresar, en la oscuridad de su interior, se ven centenares de velas encendidas reflejadas en espejos rotos, representando a millares de estrellas, en recuerdo de esos pequeños. En el recorrido se escucha, como trasfondo, sus nombres, edades y países. Es un deber moral para cada persona que pasa por Tierra Santa caminar por ese páramo de la memoria.
Por eso en su visita, el Papa Francisco, como hombre sensible y comprensible del drama humano, que conoce el lugar que ocupa el alma y el valor del recuerdo, visitó Iad Vashem. Y fue en ese mismo lugar, que el Santo Padre se encontró con seis sobrevivientes de la Shoá, del holocausto.
El buen pastor percibe que solo se ama cuando se siente que encarna lo que el otro carece, es decir que uno es capaz de reemplazar ese vacío que es constituyente del hombre sufriente. "Sobre-vivir" significa sacar del interior de uno una fuerza que supera a la vida misma. Viktor Frank, el famoso psicoterapeuta vienés, sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz sostenía que algunas personas fueron capaces de encontrar un sentido de vida más allá de la carga de sufrimiento y de la muerte. y por eso sobrevivieron. El Pontífice escuchó sus terribles historias y con la humildad de su sello se inclinó y besó sus manos. Sabe que ese gesto significa un sentido de entrega que lo compromete íntegramente, y también a todo lo que él simboliza. Quien esto escribe es hijo de sobrevivientes.
Aquel beso significó la honda reparación tras tanta incomprensión. Y fue también ese beso, el que llegó al corazón de mis padres y que ayuda a la generación de mis hijos a calmar el padecimiento de una humanidad tan doliente.