José Cuéllar, un wichi de pura cepa, está orgulloso. Fue quien dirigió la construcción de los 350 aljibes (cisternas con una canaleta que recoge el agua de lluvia que se desliza por el techo de cinc de las viviendas), a razón de 35 cada tres meses. “La gente me llama porque considera que hago bien el trabajo, pero yo les enseño algunas cosas y todos ayudaban”, dice. Con todo, señala que su principal motivación no es el dinero que recibe del gobierno por la construcción de cada aljibe -apenas 59 pesos-, sino el deseo de contribuir a que sus hermanos puedan contar con agua potable. “Acá la gente sacaba el agua de los charcos donde van las vacas y los chanchos”, acota. José recuerda que muchos políticos pasaron por aquí prometiendo aljibes, pero que
sólo con los hermanos maristas se concretaron.