Lunes 11.12.2023

MUSULMANES

El legado de una princesa inteligente y generosa

Por: Ricardo Elía

La “Dama del Sol” fue una poetisa que mejoró la calidad de vida de los habitantes de pueblos en el siglo XIX.
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Allí donde Europa termina y Oriente se funde con Occidente se alzan las montañas del Cáucaso, una tierra rodeada de leyendas y profundas tradiciones, de altas montañas y remotos pueblos. Muchos conocen la literatura de Pushkin, Lérmontov y Tolstói sobre esta región pero muy pocos saben que durante 800 años, más de cuarenta poetisas que vivieron en la actual República de Azerbaiyán compusieron rimas que reflejaron un pletórico humanismo y una inefable espiritualidad.

Una de ellas fue Jurshidbanu Nataván, humanista, poetisa, ajedrecista, políglota, música, artesana, pintora y reformista social. Jurshidbanu (en azerbaiyano, la “Dama del Sol”) Begum (título honorífico de las mujeres nobles turcas) nació en 1832 en Shushá (Azerbaiyán), una urbe fortificada fundada en 1750 por su abuelo Panah Jan (1693-1763).

Su padre fue Mehdigulu Jan Yavanshir (1772-1845), último jan (soberano) del Janato de Karabaj (1748-1822), y su madre Badir Yahan Begum (1802-1861). Por eso recibió el apodo de Jan qizi (“hija del jan”). La princesa, la última representante de la familia gobernante de Karabaj, recibió una esmerada educación (conocía varios idiomas orientales y europeos y tenía un excelente conocimiento de la música).

Jurshidbanu fue una mujer ilustrada que se interesó desde muy joven por la salud y la educación. La hija del jan participó activamente en el patrocinio de una de las primeras sociedades literarias de Azerbaiyán. Estableció la primera sociedad literaria en Shushá y pasó a patrocinar a varias más en todo el país.

Todos conocemos al novelista y dramaturgo francés Alejandro Dumas (1802-1870). Basta con citar algunas de sus obras como “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”. Su hijo Alejandro Dumas (1824-1895) también destacó como novelista con “La dama de las camelias”.Hace 162 años, en 1858, Alejandro Dumas padre visitó el Cáucaso.

Su viaje comenzó en Kyzlyaar, en Daguestán. Desde Kyzlyar pasando por Derbent, Dumas llegó a Bakú, “la ciudad de los vientos”. Con gran interés el francés recorrió los lugares de interés: palacios, mezquitas, campos petroleros, el bazar e interactuó con el pueblo. Desde Bakú, se dirigió a otras ciudades azerbaiyanas como Shemaji, Shushá y Nuja (hoy Shaki).

En Shushá, Dumas volvió a encontrase con Jurshidbanu que había conocido en Bakú. Allí fue invitado de honor en la casa familiar de la poetisa. Fue entonces cuando tuvo lugar una partida de ajedrez entre Jurshidbanu (26 años) y Alejandro Dumas (56 años).

La anfitriona le hizo jaque mate al novelista y éste, encantado por las dotes de su contrincante, le regaló un juego de trebejos como reconocimiento. Jurshidbanu, por su parte obsequió al escritor un bolsón hecho a mano por ella misma que hoy se exhibe en el Museo Alexandre Dumas en Villers Cotterêts (Picardía, Francia) que fue inaugurado en 1905. El humanismo, la amistad, el amor fueron los temas principales de sus composiciones poéticas en los estilos clásicos del gazal y el ruba’i. Jurshidbanu había heredado el riquísimo legado de la poesía humanista azerbaiyana de Nizami Ganyavi (1141-1209), Fazlallah Astarabadi al-Hurufi (1340-1394) e Imadaddín Nasimi (1369-1417).

Uno de sus gazales dice: “Ver la flor de tu rostro, por un momento /es hacer latir mi corazón, y encenderlo para siempre”. Otro afirma: “Los amantes se vuelven insensatos y ciegos; sin embargo, el poder de un amor brillante llevó a Leila al lado de Maynún”.

Esta mujer ejemplar y excepcional hizo construir una tubería de agua que se instaló por primera vez en Shushá en 1883, resolviendo así el problema del agua potable para la gente del pueblo. El periódico local ruso “Kavkaz” (Cáucaso) escribió en ese momento: “Jurshidbanu Begum dejó una huella eterna en la memoria de los shushavianos y su gloria pasará de generación en generación”.

La “Dama del Sol” murió en 1897 en Shushá. Como muestra de fervor y reverencia, la gente de su ciudad natal cargó su ataúd sobre sus hombros desde Shushá hasta Agdam, a unos 30 km al noreste, donde fue sepultada en una bóveda familiar.

Esta mujer musulmana, verdadera embajadora del multiculturalismo de Azerbaiyán, es un ejemplo a imitar en nuestros días.

Lamentablemente, en marzo de 2020, el monumento dedicado a Jurshidbanu en el parque central de la ciudad de Waterloo (Bélgica) fue vandalizado.

Los enemigos de la paz y la comprensión entre los pueblos y las culturas no podrán dañar nunca el diálogo y la cordialidad que son las fuentes de esperanza y salvación de la humanidad.