Por: Daniel Goldman
Rabi Iojanán, una de las mentes más geniales que tuvo el pensamiento rabínico, es mencionado en el Talmud a partir de una observación muy sutil. El maestro sostiene que siempre que en el texto bíblico se hace mención al Reinado Divino, paralelamente se hace alusión a Su Humildad. Y cita a Moisés cuando en el Deuteronomio dice “Dios grande y poderoso” e inmediatamente añade “que hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero, dándole pan y vestido”. Y amplía el concepto citando un versículo del profeta Isaías cuando describe a Dios como “el Alto y Excelso, que habita la eternidad” quien seguidamente lo define como “aquel que mora junto al de espíritu afligido para vivificar el corazón de los desolados”. En alusión a esta página talmúdica, el gran investigador contemporáneo Ismar Schorch indica que Rabi Iojanan nos presenta este planteo fundamentalmente porque los seres humanos exhibimos una contradicción en la construcción de nuestra lógica . Cuando hacemos referencia a la grandeza negamos a lo pequeño. Pero en el caso de Dios- dice Schorsh- es Excelso y Humilde a la vez. Cuando se acentúa la grandeza divina no se minimiza su cercanía. Y se me ocurre añadir, que posiblemente la consideración debe ser aún mayor: es “Quien habita la eternidad” justamente porque “vive con los afligidos”.
Acorde a lo que relata nuestra tradición, en estos 10 días que nos corresponde transitar por el calendario judío, y que van desde Rosh Hashaná, el Año Nuevo Judío, hasta el Iom Kipur, el Día del Perdón, toda la humanidad se presenta a juicio ante el Creador, pero a su vez se nos enseña que Él se acerca a cada uno de nosotros. No es el “todos” en oposición a “cada uno”.
Me permito interpretar el contenido del siguiente modo: Él está con Toda la humanidad, es decir con todo el mundo que existe en nosotros mismos, porque cada uno representa un universo. Por lo tanto la clave de la vivencia de estas celebraciones radica en no distanciar las aparentes oposiciones de la existencia. Que en este año que comienza, los momentos de cercanía con Dios crezcan en número y significado, al comprender el hondo símbolo de su grandeza y majestuosidad.