Miércoles 22.03.2023

JUDAÍSMO

El tiempo de la dulce evocación de la libertad

Llega el festejo predilecto de los hogares. Entre música y manjares, los jefes de familia recuerdan la historia del Exodo para que no se pierda la memoria.
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Como cada año, Pesaj, la pascua judía ya posa sobre nosotros. Desde la noche del lunes 14 de abril y durante 8 días, cada hogar judío celebra la festividad de la libertad y emancipación de la esclavitud.
Es la conmemoración predilecta aún de las casas menos tradicionalistas, ya que alrededor de la mesa y a través de las comidas que representan un modo de ingerir la historia, se vuelca el pasado y se da sabor al porvenir.
Esos encuentros familiares, que fundamentalmente se celebran durante las dos primeras noches de la fiesta (llamados Seder orden), permiten evocar junto a los manjares y canciones, el relato de lo que significó la servidumbre y el paso hacia la anhelada independencia. Nadie puede permanecer en soledad esas noches.
Como costumbre, el dueño de casa deja la puerta abierta y antes de sentarse a la mesa se asoma y anuncia que todo aquel que tenga hambre, venga, coma y festeje la libertad. La práctica del Seder tiene una antigüedad de 3500 años, y el centro de atención es relatar a las nuevas generaciones toda la historia del éxodo, y cuanto más detallado, mejor.
Al relatar la saga nos convertimos en eslabones de una cadena que no se quebró desde aquel momento hasta la actualidad. Quien relata la historia es el jefe de familia, el cual no es el proveedor de una leyenda, sino el testigo de una experiencia nacional. Maimonides, el gran maestro español del siglo añade que es necesario relatar la historia aún cuando no se tiene hijos.
Pero el propósito de relatar la historia del Éxodo es no sólo mantener viva la memoria, sino también experimentar la fe en Dios de generación en generación.
Los eventos del Éxodo afirman nuestro reconocimiento en la creación de Dios y su dominio sobre el mundo. Un texto medioeval, “El libro de la Educación”, nos enseña que, en general, no debemos sorprendernos por la cantidad de preceptos que observamos, relativos al éxodo de Egipto, porque ésta es la base y fundamento sobre el que
se asienta nuestro conocimiento y nuestra fe.
Por esta razón es que siempre que decimos una bendición recitamos: “En recuerdo del éxodo de Egipto”, ya que es la prueba de que hay un Poder que creó todo lo existente. Por último, vale la pena dedicarle un párrafo a la Matzá o pan ázimo, característica de esta celebración. Comemos la matzá para recordar que nuestros antepasados salieron de prisa de Egipto y la masa que prepararon no tuvo tiempo de leudar.
De manera inteligente y sensible el rabino Itzjak Berkovits comenta que la matzá nos indica que no debemos quedarnos “dormidos en los laureles” ni perseguir lo material como un fin en sí mismo ya que la matzá tiene una naturaleza dual. Es llamada “el pan del pobre” porque los judíos la comieron al ser esclavos en Egipto y también es el pan que ingirieron al salir de Egipto como un pueblo libre.
Podríamos imaginarnos que después de la redención, los judíos hubieran sido capaces de relajarse, permitir leudar la masa y disfrutar de un poco de pan. ¿Cuál era el apuro? El mundo físico solo existe para ayudarnos en este viaje, pero no es un objetivo en sí mismo. El sentido de nuestra existencia en el universo es conseguir los propósitos espirituales esenciales y no buscar el lujo y el confort. En esta fiesta nos saludamos diciendo: “Pesaj kasher vesameaj”, “que tengamos una Pascua apta y alegre” con el deseo de que la humanidad toda pueda ser redimida percibiendo el aroma de la libertad en toda su dimensión.