Por: Tzvi bar Itzjak
Ibn Battuta es considerado el mayor viajero de la historia y autor deuno de los mejores libros de viajes de los que se haya tenido noticia.
Cruzó tres continentes en el segundo cuarto del siglo XI V y, con la ayuda del amanuense, poeta y jurista granadino Ibn Yuzayy al-Garnati escribió su “Rihla” (Libro de Viajes), que tiene un título elocuente, «Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos», un exhaustivo análisis de cuanto vio e hizo en su periplo.
Por este gran viaje, y por toda la historia de su vida, bien podría ser considerado un trotamundos incansable.
Este explorador nació en Tánger el 25 de febrero de 1304, bajo el nombre completo Shamsuddín Ibn Battuta al-Tanyi (“el Tangerino”), y murió cerca de Fes, Marruecos, entre 1368 y 1377.
El 13 de junio de 1325, a los veinticuatro años, partió por primera vez hacia Meca, en Arabia, con el propósito de cumplir con la peregrinación preceptiva en el Islam (la haría luego cuatro veces más hasta su muerte).
Su itinerario abarcó lugares como Túnez, Egipto, Palestina, Siria, Constantinopla, Anatolia, Crimea, Irak, Irán, Astracán, Samarcanda, India, Sumatra, Vietnam, China, al-Ándalus, Mombasa y Tombuctú, en el corazón del África. En su libro confiesa: «Me decidí en la resolución de abandonar a los amigos y me alejé de la patria como los pájaros dejan el nido».
En las Islas Maldivas ejerció como juez islámico y se sorprendió de que este archipiélago de 1.192 atolones de coral, ubicado a 400 km de la costa de Malabar (India), estuviese regido por una sultana y sus dos hermanas.
Ibn Battuta es el explorador más extraordinario de la historia. Sus viajes realizados entre 1325 y 1354, una época donde no existían medios rápidos y seguros de transporte, abarcaron 44 países modernos y totalizaron 120 mil kilómetros, o sea tres veces superior a la distancia cubierta por su predecesor europeo, el veneciano Marco Polo (1254-1324).
«Un musulmán era aceptado como conciudadano en todas partes, desde Marruecos a China, como los viajes de Ibn Battuta siempre nos han demostrado. El Islam se mostró como el orden social más dinámico incluso en donde los no musulmanes eran mayoría.», nos asegura el prestigioso islamólogo estadounidense Marshall Hodgson (1922-1968).
Una de las más notables anécdotas de Ibn Batutta refiere a su viaje a Damasco en julio de 1348. Al llegar a esta ciudad en las orillas del río Barada, ubicada en el sultanato de los mamelucos que gobernaban en Egipto y Siria, se enteró que su padre había fallecido 15 años antes. Allí tomó plena conciencia de la terrible pandemia que se había adueñado de casi todo el mundo: la Peste Negra o Bubónica, que causaría la muerte de por lo menos 150 millones de seres humanos [entre ellos la propia madre de Ibn Battuta], la tercera parte de la población mundial de ese entonces.
En Damasco la situación era grave, de modo tal que la muerte se llevaba La Gran Mezquita de los Omeyas. Donde Ibn Battuta y miles de files oraban por el fin de la Peste Negra. un promedio de dos mil almas al día. Pronto toda la actividad se paralizó en la milenaria ciudad y todos comenzaron a suplicar al Altísimo para que la calamidad se detuviese.
Ibn Battuta narra que los damascenos ayunaron durante tres días consecutivos y finalmente se apiñaron delante de la Gran Mezquita de los Omeyas, que estaba abarrotada de creyentes de ambos sexos. Éstos pasaron la noche en vigilia, rezando y suplicando. Luego de cumplir con la oración del alba salieron descalzos llevando los Coranes en sus manos. Toda la población se sumó a la procesión, incluso los judíos con su Libro de la Ley (Torá) y los cristianos con su Evangelio, llorando e implorando a Dios a través de Sus Escrituras y Sus Profetas.
Al describir esta sentida unión en su libro “A través del Islam” (Madrid: Alianza Editorial, 2005, pp. 209-210). Ibn Battuta nos dejó uno de los testimonios más conmovedores que habla de la manifestación más solemne, sincera y masiva de las tres religiones monoteístas en la historia.
Tras llegar a Meca en 1348, cumpliendo así su cuarta peregrinación, nuestro esforzado Shamsuddín (en árabe “Sol de la Fe”) decidió volver a Marruecos, casi un cuarto de siglo después de salir de allí, y continuar relatando sus vivencias.
Durante siglos su libro de viajes fue desconocido, incluso dentro del mundo musulmán. Pero en el siglo XIX fue redescubierto y traducido a varios idiomas europeos.
Si los cineastas de Hollywood o de Europa quisieran indagar la historia real, y se informaran sobre la vida de Ibn Battuta, no tendrían nada que inventar para filmar la película más extraordinaria e inolvidable.