En esta época del año electoral, tan apasionada por cierto, donde partidos, listas, candidatos, devienen en titulares y noticias, valdría la pena retornar a algunas de las fuentes clásicas en cada una de las tradiciones religiosas, para ver y analizar qué dicen en relación a este tópico, ya que el voto mismo es, por cierto, una seria opción espiritual.
Tomando en cuenta este valor, el profesor Daniel Elazar, un importante académico de la Universidad de Bar Ilan, de Israel, sostiene que, a partir de la antigüedad, la democracia se entendió en dos dimensiones:
1) La participación significativa de los ciudadanos en el establecimiento de las políticas públicas.
2) El pluralismo, es decir, el derecho de toda persona a desarrollar por sí misma una forma de vida que no interfiera y que sea respetada por el resto, incluyendo el gobierno. Bajo estas dos dimensiones se cruzan y se combinan la libertad y la igualdad, los dos pilares de la democracia.
Siguiendo un poco más, el concepto de que las decisiones de la sociedad deben ser tomadas por voto mayoritario tiene sus raíces en la Biblia.
Y aunque el libro del Éxodo lo presenta diciendo: “No seguirás a la mayoría para hacer el mal”, los sabios del Talmud lo interpretaron desde el contexto en donde fue escrito este versículo (cap. 23), afirmando el hecho de exhortar a acompañar activamente la opinión del conjunto cuando se trata de reivindicaciones sociales, entre
ellas el no plegarse masivamente a la denuncia de causas falsas, la oposición al soborno y a la persecución al extranjero.
En cuanto al pluralismo, podemos dar como ejemplo claro al Talmud mismo, que es un conjunto de libros en donde en cada página se incluye el debate de ideas contradictorias entre sí, sostenidas a través de criterios mayoritarios y con el debido respeto, la consideración y la inclusión de las concepciones de las minorías en la promulgación de un sinfín de leyes que rigen la vida judía hasta nuestra contemporaneidad.
No por nada, una de los adagios más populares del Talmud dice: “Estas y las otras palabras (las contrarias) son expresión del Dios viviente”.