El COVID no da tregua. Con más de cien mil muertos y casi cinco millones de contagiados, la Iglesia católica realizó el 23 de julio una Jornada Nacional de Oración “para pedirle al Señor por el eterno descanso de las víctimas y el consuelo y fortaleza de sus familiares y amigos”. Ese día se celebró especialmente la misa por los difuntos en catedrales, parroquias, capillas, cementerios y cinerarios” de todo el país que en el caso de la basílica de Luján estuvo acompañada por el encendido de mil velas evocativas de los fallecidos.
Días después, el arzobispo de Buenos Aires y líderes de otras confesiones se unieron en una plegaria según su fe y tradición también para pedir por los fallecidos. Fue en un encuentro en la sede del arzobispado porteño durante el cual el cardenal Poli resaltó la importancia de la unidad en el momento difícil que vive toda la sociedad y saludó a todos los representantes.
Estuvieron el Metropolita Iosif Bosch (Patriarcado Ecuménico); el arzobispo Kissag Mouradian (Iglesia Apostólica Armenia);el Gran Rabino de la AMIA, Gabriel Davidovich; el rabino Jonás Shalom (Comunidad Bet Hilel); el director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epeldman; el dirigente islámico y copresidente del Instituto de Diálogo Interreligioso Omar Abboud; la presidenta de la Iglesia Evangélica Luterana Unida, pastora Wilma Rommel; el pastor Alvaro Michellin Salomón (Iglesia Valdense); la pastora Mariel Pons (Iglesia Evangélica Metodista), y los pastores Norberto Saracco y Hugo Baravalle, de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), entre otros dignatarios.
Al iniciar la reunión el cardenal Poli afirmó que el encuentro fue motivado por la raíz común que tienen los credos en la fe de Abraham. “Por el mismo motivo –continuó Poli-, si deseamos mantener la fraternidad de este espacio religioso que hemos logrado, no dejemos de mirar al Cielo prometido, donde descansan nuestros hermanos difuntos, los de la gran familia humana y en especial los de la comunidad nacional”
El arzobispo porteño continuó con un breve texto extraído del Concilio Vaticano II que anima a la esperanza: “El Padre eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo y decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina".
Y concluyó: “Nosotros, peregrinos, ponemos nuestra esperanza en el encuentro definitivo con nuestros seres queridos en la eternidad. Mientras tanto, cumplimos con el piadoso deber de encomendar en nuestra oración a quienes han partido durante el tiempo de la pandemia. Por eso elevemos el corazón y sentidos al Cielo, para que nuestro Padre Dios acepte nuestras humildes oraciones, confiados en que su gran misericordia y clemencia preceden a su justicia”.
Al concluir el acto los participantes encendieron una vela en memoria de los fallecidos.