Por: Ricardo Elía
Durante más de 60 años, el historiador científico Fuat Sezgin investigó en numerosas bibliotecas, creando una bibliografía exhaustiva de casi todos los textos conocidos sobre las ciencias y tecnologías musulmanas que había posibilitado el Renacimiento y la Ilustración en Europa.
La historia oficial afirma que Occidente heredó directamente el legado cultural de Grecia y Roma. Pero si la mayoría de los manuscritos griegos y latinos fueron destruidos a partir del saqueo y destrucción de la Biblioteca de Alejandría en 391, y los escasos vestigios clásicos que quedaban en Atenas fueron arrasados por Justiniano I en 529 al clausurar la Academia y el Liceo, ¿cuál fue la conexión que logró transmitir esa literatura y cómo pudo ser aprovechada en un período anterior al Renacimiento?
Con la caída del Imperio Romano en 476, la mayor parte del conocimiento de los antiguos griegos y latinos se perdió y Europa ingresó en el más espeso oscurantismo. Incluso los datos científicos sobre la esfericidad de la Tierra y que ésta giraba alrededor del sol, conocidos desde la época de Aristarco de Samos (250 a. C.), fueron reemplazados por la concepción de una tierra plana y la teoría geocéntrica.
La superstición y el milagrerío terminaron por erradicar la ciencia y la razón, y prevaleció la negación de la investigación científica y tecnológica y el pensamiento crítico.
El saber griego, sin embargo, logró sobrevivir. Con el auge de la civilización islámica, las obras clásicas en poder de bizantinos, nestorianos y otros cristianos de Oriente comenzaron a ser traducidas al árabe.
Los eruditos musulmanes no solamente se ocuparon de mantener vivas las ciencias y la filosofía de los antiguos helenos, sino las criticaron y las desarrollaron.
El Primer Renacimiento y la Primera Ilustración no tuvieron lugar la Florencia del siglo XV o el París del siglo XVII, sino en ciudades como Bagdad, El Cairo, Damasco, Córdoba y Samarcanda de los siglos IX al XVII.
El movimiento científico musulmán no sólo interpretó el saber de los antiguos sino que desarrolló una nueva ciencia donde la razón sustentaba a la fe y viceversa.
En aquella civilización de la Edad de Oro del Islam, el astrónomo Al-Tusi comprobó el sistema heliocéntrico, el matemático Al-Juarismi difundió el cero y el álgebra, el óptico Alhacén descubrió la cámara oscura, el cirujano Abulcasis realizó complicadas operaciones fabricando su propio instrumental quirúrgico, e inventores como Ibn Firnás, Al-Yazari, Ulugh Beg. Taqi al-Din y Herzarfen Celebí construyeron observatorios, astrolabios, relojes, autómatas y máquinas voladoras.
El científico e islamólogo turco Fuat Sezgin (1924-2018) fue discípulo del historiador alemán Hellmut Ritter (1892-1971). Fue así como se convirtió en catedrático de la Universidad Goethe de Frankfurt.
Durante más de 60 años, Sezgin buscó en bibliotecas de todo el mundo, creando una bibliografía exhaustiva de casi todos los textos conocidos sobre las obras de los científicos y eruditos musulmanes. Exploró bibliotecas en Turquía, Irán, Egipto, India y muchos otros países, sumergiéndose en documentos escritos por autores poco conocidos.
Algo que preocupó a Sezgin durante muchos años fue su esfuerzo por reproducir modelos de inventos musulmanes.
En la Universidad de Frankfurt, pasó años supervisando el diseño y la construcción de astrolabios, sistemas de bombeo de agua e instrumentos de laboratorio que alguna vez fueron utilizados por los científicos musulmanes.
Gracias al esfuerzo de Sezgin, en 1982 se inauguró en Frankfurt el primer instituto dedicado al legado científico y tecnológico del Islam.
En 2008, Sezgin fundó en el Parque Gulhané de Estambul el Museo de Historia de la Ciencia y Tecnología en el Islam con las réplicas de los instrumentos descubiertos y estudiados por él a lo largo de seis décadas. Estos instrumentos pudieron ser reconstruidos gracias a las ilustraciones y descripciones literarias de los manuscritos investigados por Sezgin. Este museo es hoy el más completo de su especialidad en el mundo.
El profesor Fuat Sezgin declaró la inconsistencia de la propaganda de que “la religión es un obstáculo para el progreso” con su magnífica investigación sobre la historia de la ciencia islámica.
Sezgin logró demostrar que los musulmanes fueron los guías de la humanidad durante 700 años difundiendo las ciencias y la filosofía hacia los cuatro puntos cardinales, lo que constituyó un puente intercultural e interreligioso entre Oriente y Occidente que adelantó el librepensamiento y el mundo moderno.
Por eso, el arabista judío francés Claude Cahen (1909-1991), dijo: “El Occidente no puede olvidar que ha aprendido a pensar con Avicena y Averroes”.