Por: María Montero
Se acerca fin de año y para muchos, la esperada planificación de las vacaciones. Las escuelas cierran y comienzan a planearse salidas con amigos, fiestas o momentos de ocio en casa. Sin embargo, para otros, es tiempo de misión. Son aquellos que desde hace años ofrecen parte de su tiempo libre para viajar a zonas alejadas y de escasos recursos para ayudar en la tarea de evangelización.
Así, desde su experiencia y testimonio de fe, un grupo de alumnos del colegio Nuestra Señora de la Paz de Floresta, llegará el 26 de diciembre a la ciudad bonaerense de Bragado para acompañar, durante cinco días, a las familias del barrio Sagrado Corazón de Jesús, construido gracias a un plan federal de viviendas.
“Nuestro lema: “Ama y dilo con tu vida”, una frase de San Agustín, resume a la perfección el espíritu misionero del colegio y de quienes participamos como agentes de pastoral”, dice Lourdes García Marchiñena, una de las coordinadoras.
Si bien viajan doce chicos de 3º a 5º año y algunos ex alumnos, la preparación de esos días es parte del Proyecto Servir que compromete a toda la escuela en sus tres niveles, durante todo el año.
La colaboración tiene diferentes formas según las edades. “Los más chiquitos de nivel Inicial, junto con las abuelas, prepararon niñitos Jesús en cunitas para entregar a las familias del barrio –describe Lourdes-, mientras que para los alumnos de primaria se organiza cine una vez por mes con una entrada muy económica, donde se le da también pochoclo y jugo. De esa manera, ellos van entendiendo que el dinero es para contribuir con la misión y van sintiéndose parte de ella también”.
Los más grandes se reúnen todos los viernes en el “grupo preparatorio” y planifican durante el año las donaciones de alimentos, materiales para la misión y colecta de dinero. También participan de talleres de espiritualidad, “porque misionar no es sólo llevar cosas, sino convertir el propio corazón para poder ofrecerlo a los demás”, señala Lourdes.
El proyecto lleva cuatro años y quienes acompañan a los chicos reconocen el valor que tiene misionar especialmente en la adolescencia, donde se transita una etapa de crisis. Según Lourdes, “es difícil que los adolescentes puedan sostener ciertos valores de fe y realmente esta experiencia los hace crecer, madurar, y vuelven transformados”.
Es el caso de Joaquín (18), que ya viajó otros años y cuenta que lo que más disfruta es charlar con las familias. “Nos esperan con un mate y miles de anécdotas”, dice, y afirma que
sus expectativas están puestas en “poder sacarles una sonrisa a las personas del barrio y que sepan que no están solos”. “Por mi parte –agrega Juliana (15)-, tengo ganas de mostrarles la experiencia de lo que vivimos durante el año en el grupo misionero, de encontrarse con Dios, de lograr un lazo con El y motivarlos a que se animen a conocerlo”.
En la misión, los jóvenes colaboran en las actividades de la parroquia, especialmente invitando a los sacramentos. Todas las tardes organizan juegos con los chicos del lugar, catequesis, una merienda, se reza el rosario en la calle y finalizan con una misa campestre al aire libre que preside el sacerdote que los acompaña.
Para Lucas (15) será su primera experiencia: “Cuando empecé en el grupo entendí que lo importante es la entrega al otro y tengo muchas ganas de poder vivir así estos días”.
También Candela (16) dice: “Quisiera poder abrirme a vivir de un modo distinto, más humilde y dejarles a los chicos del barrio el mensaje de que pueden lograr lo que se proponen”. Mientras que Lucas (15), señala: “Considero que es muy importante conocer lo que pasa alrededor nuestro y aportar nuestro granito de arena para mejorar su día a día”.