ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA - AUTOR: PBRO. GUILLERMO MARCO

La generosidad no semide en plata

Por: P. Guillermo Marcó

Días pasados, un grupo de multimillonarios anunció su decisión de donar para obras de caridad la mitad de su fortuna.Pero lo importante para Dios no es la cantidad de dinero que se dona,sino las ganas de compartir.
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En los últimos días se conoció la decisión de algunos millonarios norteamericanos de donar la mitad de sus bienes para obras caritativas y benéficas. Bienvenida sea esta iniciativa y ojalá termine resultando correcta la aplicación de los fondos para que redunde realmente en beneficio de los más  necesitados. Sin embargo, cuando se tienen 150.000 millones de dólares, donar lamitad de ese capital no altera en nada la vida de estos mega
millonarios. Es que después de adquirir todo lo que a una persona se le pueda imaginar, ese dinero es solo una cifra en una institución bancaria, que se  sigue atesorando solo por avaricia, y la avaricia es un pecado capital. Un vicio. Y los vicios se suelen combatir con las virtudes que les hacen de  contrapeso. Por eso, la avaricia se combate con la generosidad. Cuenta el Evangelio que una vez Jesús se sentó frente a la sala del  tesoro del Templo y que miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. De pronto, su atención se detuvo en una viuda de condición humilde que dejó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viudaha puesto más que  ualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de  un indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” (Mc 18, 38-44).  
jesús nomidió la cantidad de lo donado, sino la generosidad de la actitud. Los hombres miramos la cifra, peroDios, quemira los corazones, ve otra cosa, el grado de nuestra entrega. Y por eso nos interpelamás omenos así: ¿Cuánto estás dispuesto a compartir? Seguramente no puedas donar esa cifra
apabullante, porque sencillamente jamás la tendrás. Pero debes saber que uno puede compartirmuchascosas en la vida. Como comparte aquel rico que genera trabajo para los demás y paga salarios dignos, permitiendo a los pobres ganarse el pan con el sudor de su frente.O como comparte el joven que no
tiene bienes, pero que da de su tiempo para ayudar a otros. O como comparten los padres, que destinanmuchas horas para educar a sus hijos y a veces no pueden conciliar el sueño pensando qué será del futuro de su prole, que por ahora depende de ellos. 
El secreto está en saber compartir. Porque, en realidad, los bienes  on necesarios para la vida, pero cuando los medios se convierten en fines terminan ejerciendo un poder nefasto sobre nosotros. Son como una obsesión de la que tanta gente está presa. Y que nos lleva a preguntarnos para qué quieren más. Con tal de atesorar bienes son capaces de sacrificar su familia, entregar su tiempo hasta el agotamiento y, en situaciones extremas, matar para robar lo que no les pertenece. Hace pocos días volví con un grupo de jóvenes de misionar en elmonte chaqueño. Recuerdo que antes de regresar, visitamos la casa de Elena, una lugareña con marido y seis hijos que viven en un ranchito y que se las rebuscan con changas. Una casa donde la comida, está claro, no sobra. Lo que sí sobra allí es alegría, educación y respeto. Sus hijos son cariñosos y saben, porque lo aprendieron de sumamá, que no deben vivir quejándose, sino estar agradecidos de lo que hay. Cuando llegamos, Elena estaba horneando pan que después nos enteramos que no era sólo para su familia porque a la tarde nos trajo dos, enormes y  crujientes. Ella nos enseña ese secreto que descubrió la viuda del Evangelio: La alegría de compartir.Mientras el avaro se alegra a medida que aumentan sus bienes, el que sabe ser desprendido encuentra su riqueza en dar a los demás.