EN MADAGASCAR LEVANTÓ BARRIOS, ESCUELAS Y DISPENSARIOS

La obra del padre Opeka que apunta al esfuerzo personal

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Pedro Pablo Opeka, nació en Argentina en 1948. Hijo de inmigrantes eslovenos y miembro de una familia numerosa, su padre le enseñó de joven el oficio de albañil. Durante su juventud Pedro dividió su vida entre los estudios y el fútbol, ayudando también a su padre en la construcción y buscando servir a Dios entre los más necesitados. Su vocación espiritual lo impulsó a ingresar en el Seminario de la Congregación para la Misión fundada por San Vicente de Paúl y mundialmente conocidos como “Vicentinos”.

A fines de 1970 viajó como voluntario a Madagascar para ayudar a los pobres (en aquel tiempo sólo había un 6% en Argentina). En 1972 regresó a Francia para terminar su formación teológica y en 1975 a la Argentina, donde fue ordenado sacerdote en la basílica de Luján. En 1976 regresó definitivamente a Madagascar como párroco de una iglesia al sur de la isla, donde pasó trece años. Luego, Pedro contrajo el paludismo y, en 1989, fue trasladado a la capital, Antananarivo, donde fue puesto a cargo del Seminario de la Congregación. Un día de paseo por los suburbios, descubrió en el basurero municipal a unos chicos peleando con los cerdos por un poco de comida. Fue entonces que se dijo: “Tengo que hacer algo por ellos”. Habló con la gente y les propuso: “Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”.

Con este compromiso mutuo, fundó la Asociación Humanitaria de “Akamasoa” (que significa: “los buenos amigos”) y comenzó una historia de amor que ya lleva más de 30 años. Bajo los principios de educación, disciplina y trabajo, construyeron varios pueblos, donde ahora viven más de 30.000 personas; escuelas y colegios, donde estudian anualmente quince mil alumnos; estableció dispensarios y un hospital; creó diferentes microempresas, incluyendo una cantera; y levantó un albergue temporal por donde ya ha pasado cerca de un millón de personas.

Akamasoa es una obra que dignifica a la persona, donde el asistencialismo no tiene cabida y todo pasa por la contraprestación. Por esta labor, Pedro ha sido reconocido en varios países y obtuvo diferentes condecoraciones, entre otras: la de Caballero de la Legión de Honor de Francia, la Orden de Oro de los Servicios de Eslovenia y la Orden Nacional de Comendador de Madagascar. En julio de 2018 el Senado de la Argentina, le otorgó la Mención de Honor “Domingo Faustino Sarmiento”. Para Pedro, la compasión pasa por tenderle una mano a quien se está hundiendo en el pantano y sacarlo fuera.