Por: Daniel Goldman
El símbolo esencial de esta festividad es la luz, a través del encendido individual, en cada hogar judío, de luminarias. La ley judía enuncia que “luz,
individuo y familia” es todo lo requerido para la celebración.
A simple vista, la observancia de Jánuka contempla dos niveles diferentes yaparentemente contradictorios: lo individual y lo familiar.
Pero tal contradicción no existe. Cada individuo debe ser el producto de la familiaridad humana, lo que de manera profunda significa que hay un sentido de vacío, si en cada acto no representamos el encanto de lo familiar.
La idea de familia no se vincula a un conjunto de individualidades que comparten un mismo techo, sino a una búsquedade aquello que tiernamente pueda madurar con el otro alrededor del amor. Si nuestro entorno se caracteriza por la frialdad y el egoísmo, lamentablemente vamos a ser la representación de ello. Pero el concepto de familia indica todo lo opuesto: calidez y belleza sublime que brinda la luz. Desde allí es tan significativa esta festividad, que la ley judía no requiere celebrarla con comidas fastuosas, ni grandes festejos. Todo lo que nos solicita es que, cada noche, al regreso de la tarea cotidiana, nos reunamos con los seres que amamos, encendamos las luminarias y entonemos melodías y Salmos. Luz y canción representan los símbolos del espíritu que con energía pueden emanar del entorno que nosotros mismos debemos iluminar. En un mundo tan oscuro, quiera Dios que en este diciembre del año 2009 del calendario gregoriano, dhu al hiyyah del calendario musulmán, kislev del calendario judío, todos los argentinos podamos encontrar luz de diálogo y de mutua comprensión. Lo individual, entonces, se moldea en la familia humana