OPINION - AUTOR: DANIEL GOLDMAN

La religión del tiempo

Por: Daniel Goldman

Cada Pascua judía nos invita a reflexionar sobre la diferencia entre ser esclavos y estar cautivos
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Estamos exactamente en el medio, dentro de los 8 días de la festividad de Pésaj, en la que celebramos la liberación de los judíos del Antiguo Egipto. Desde allí, vale la pena reflexionar sobre la diferencia entre ser esclavos y estar cautivos. Tzvi Bar Itzjak dice: “El esclavo  carece de capacidad de contrastar entre tiempos sagrados y profanos, ya que el centro mismo de la esclavitud es la imposibilidad de disponer de tiempos, o sea que el objeto del esclavo es la exclusiva dependencia al trabajo y al bien material, ya que cree que es lo único que existe en el universo. No sabe que las cosas acontecen y se desarrollan en un tiempo.
En cambio el cautivo, si bien es consciente de los tiempos, no tiene otra posibilidad que depender de un otro, poderoso, que instala sus tiempos (los del cautivo)”.
En este punto, Abraham Iehoshua Heschel hace referencia al judaísmo como la “religión del tiempo”, dando a ésta preeminencia sobre las llamadas “religiones del espacio”. Heschel entiende que la celebración genuina es metafóricamente “la acción de construir palacios en el tiempo”. Todos los exegetas tomaron el motivo de la libertad como el elemento esencial de esta conmemoración, pero las escuelas de pensamiento tuvieron divergencias al interpretar las diversas variantes de la esclavitud o de la cautividad. Cada una tuvo en cuenta el lugar que le tocó vivir y las circunstancias históricas que tuvo que atravesar.
Por lo tanto, siguiendo la enseñanza de los intérpretes, esta celebración nos   convoca a que su concepto siempre deba ser actualizado, de modo tal que, por un lado, tengamos conocimiento de cuáles son los valores que deben guiarnos en nuestro quehacer cotidiano, y, por otro, tengamos conciencia de la importancia de la sacralidad de la vida, en la lucha por romper las cadenas y así desatar los nudos que alienan al ser humano.