JUDAISMO

La sintonía entre ciencia y religión

Por: Daniel Goldman

Ambas pueden ser complementarias, si se logran dejar de lado antiguos paradigmas.
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Vieja disputa, la entablada entre ciencia y religión. Tan vieja como el temor a la intrascendencia, respondida por el hombre a través de la búsqueda del conocimiento. No podemos decir que esta contienda fue superada, ya que en algunos círculos continúa hasta ahora. Que ambas sigan en conflicto, posiblemente tenga que ver con que toda- vía hay muchos religiosos y científicos a quienes les cuesta salir de antiguos paradigmas.

Cada jornada me convenzo más que si la ciencia profundiza su búsqueda, la religión también lo puede hacer. Porque mientras la ciencia tiene como objeto explicar los “cómo” y los “por qué” en la dinámica cósmica, la religión tiene como propósito “dar sentido” a la vida. Por ello, en la medida en que el conocimiento científico avanza, se profundiza el significado de la dimensión espiritual, encontrando mayor eco en la elaboración de la teología y los rituales.

En este contexto me atrevo a sostener que la disciplina científica libera a la religión de ciertas ataduras, para que ésta no se sienta obligada a brindar todas las respuestas a los interrogantes del hombre. Desde allí vale la pena entender que conceptualmente ambas categorías (la científica y la religiosa) pueden complementarse.

Estas ideas las vinculo con el significativo aporte que hace el doctor Diego Golombek a través del libro “Las neuronas de Dios” editado por Siglo XXI pocos meses atrás. Con un lenguaje didáctico y ame- no, y con un sentido absolutamente respetuoso por las creencias religiosas, Golombek explica los avances de la neurociencia, ahora tan difundida.

Los neurocientistas descubrieron empíricamente que cuando el ser humano desarrolla el alcance de la devoción, del respeto, de la caridad, o cuando es capaz de vivenciar experiencias significativas de vida que le permiten asumir un sentido de trascendencia, se produce una aceleración en las vibraciones de las neuronas localizadas en el lóbulo frontal del cerebro.

A este fenómeno lo denominan el “punto Dios” o “mente mística”. El “punto Dios” es como un órgano interior a través del cual se capta la presencia de lo inefable dentro de la realidad. Es altamente revelador que lo que hace sentir a Dios de manera inmanente, es decir internamente en nosotros, pueda ser destacado a partir del aprecio a valores como la compasión, la solidaridad, el respeto y la dignidad.

Redescubrir entonces, que la comunión abierta a la trascendencia y a los nuevos conocimientos, permite conocernos más, y nos ayuda a enfatizar la inconmensurable magnitud de la espiritualidad y la divinidad que habita en cada uno de nosotros y en todo lo diverso que se encuentra en el universo.