Por: P. Ignacio Pérez del Viso
En su visita a Tierra Santa el papa Francisco se abrazó con Bartolomé I, patriarca de Constantinopla. Este abrazo en el Santo Sepulcro, ¿es un mero recuerdo del que se dieron Pablo VI y Atenágoras hace 50 años o es una profecía de lo que vendrá?
El anterior, durante el Concilio, era un recuerdo de lo ocurrido en el año 1054, cuando ambas Iglesias se separaron, pateando el tablero, con mutuas excomuniones. Pero era también en verdad UNA PROFECÍA, porque entonces comenzaron el diálogo para recuperar la unidad.
Desde entonces nos hemos aproximado mucho. Ahora bien, ¿estamos muy lejos de recuperar la unidad? Dentro de medio siglo, ¿volveremos a hacernos la misma pregunta?
No cabe duda que continuaremos dando pasos. El abrazo con el patriarca de Moscú ya viene pidiendo pista. El logro de la unidad ha pasado de ser posible a ser probable.
En cambio, con las Iglesias nacidas de la Reforma protestante, la unidad no ha alcanzado aún el grado de probable, pero ha pasado de posible a deseable. Tan deseable que puede salir el sol antes de lo previsto.
El abrazo entre el Papa y el patriarca simboliza el abrazo entre dos Iglesias, la católica y la ortodoxa. No se trata de que una se someta a la otra y se ponga bajo la autoridad del obispo de Roma. Como han dicho los últimos papas, la única Iglesia respira con sus dos pulmones, de Oriente y de Occidente.
Lo que buscamos es la armonía, aprendiendo todos a respirar mejor. Después de mil años de separación nos cuesta un poco funcionar al mismo ritmo.
¿Qué cosas nos separan en el fondo? Son visibles las diferencias en la liturgia. Pero unos diez millones de católicos pertenecen a Iglesias de rito oriental, como los maronitas y los armenios, los mezquitas y los ucranianos, conocidos en la Argentina.
Por eso, las diferencias litúrgicas han dejado de ser motivo de separación.
Están luego las cuestiones dogmáticas. En algunas coincidimos en el fondo, no en la forma. Ellos creen, como nosotros, en la Inmaculada Concepción de María y en su Asunción al cielo.
Pero no los consideran "dogmas" de fe, porque fueron definidos en la Iglesia Católica, sin ellos. Esto se solucionará con un concilio común que retome esas creencias y las proclame de nuevo.
Aunque otros dogmas católicos, como los referentes a la autoridad del papa, deberán ser reformulados con categorías comprensibles para el mundo ortodoxo.
La Iglesia Católica posee un modelo organizativo vinculado a la figura del papa. La Iglesia ortodoxa, en cambio, posee otro modelo, con variedad de patriarcas e Iglesias autocéfalas.
Desde hace años vienen proyectando un concilio universal panortodoxo. Algunos pronostican que ese concilio podría sellar la unidad con la Iglesia Católica.
Todo es posible, pero lo veo realmente muy difícil. Ese concilio es un requisito necesario, pero no suficiente. Acordar la relación de los patriarcas con el Papa es, sin duda, el deber que tenemos pendiente.