Por: Tzvi bar Itzjak
El otro día un alumno me preguntó qué dicen las fuentes judías sobre la política. Tema interesante si lo hay.
Comencemos por la Biblia hebrea. Moisés es el modelo de líder en la tradición de Israel y en un inicio cumplía con la función de ser dirigente político y juez. El libro de Éxodo registra que esa doble ocupación le resultaba imposible. Fue su suegro Jetró quien le sugiere que buscara entre su pueblo hombres dignos de confianza para juzgar disputas menores y así ocuparse personalmente solo de los litigios más complicados. Este relato da inicio a lo que denominamos “sistema judicial”. En el libro de Números aparece la institución del Sanhedrín o Corte Suprema, una suerte de combinación entre los poderes judicial y legislativo. Estaba conformado por Moisés y 70 ancianos de Israel, que se distribuían en tribunales locales y regionales.
Antes de que existieran los reyes, cuenta el libro de Jueces que el pueblo era gobernado por grandes eruditos (a veces profetas) como Guedeon y Débora, o destacados líderes militares como Avimelej y Jefté. Varios décadas más tarde el pueblo exige un rey. El profeta Samuel les advirtió que un monarca les impondría impuestos y reclutaría a sus hijos, pero de todos modos la insistencia lleva a que Dios designe a Saúl como el primer rey de Israel, sin poderes ilimitados.
En cuanto a cómo el individuo se debe relacionar con la autoridad, el Talmud describe algunas pautas interesantes. Dice entre otras cosas que “amemos el trabajo, pero tomemos distancia prudente con el poder” y también nos aconseja “orar por el bienestar de los gobiernos, porque si no fuera por el respeto a la autoridad, la gente se tragaría la una a la otra”.
Aunque la forma de gobierno bíblica era monárquica y teocrática, también reconoce el valor de la democracia. El Talmud recuerda que las personas solo pueden ascender a posiciones de liderazgo con el consentimiento de aquellos que serán gobernados.
Finalmente, las autoridades rabínicas contemporáneas confirman la necesidad de participar mediante el sufragio, un privilegio que fue negado a los judíos durante milenios en muchos países de la diáspora.
Al respecto, Moshe Feinstein, una de las mayores autoridades rabínicas, sostiene: ”Todos estamos obligados a votar incluso cuando la participación de nuestros votantes parece no tener impacto”. Y así, quienes vivimos en democracia, y abogamos por una sociedad pluralista afirmamos que todo ciudadano tiene la obligación moral de participar votando, y quien lo sienta como vocación, postularse a cargos públicos.