ESCRITOS REVELADORES

Las dudas de una santa

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“Si alguna vez llego a ser santa, seguramente seré una santa de la ‘oscuridad’, porque estaré continuamente ausente del Cielo para encender la luz de aquellos que en la tierra están en la oscuridad”, decía la Madre Teresa. Lo cierto es que luego de recibir aquella “llamada” para entregarse totalmente a los más pobres entre los pobres, ella también vivió su propia oscuridad, al igual que muchos otros santos de la Iglesia. Claro que fue un situación que pasó desapercibida para quienes la frecuentaban, porque siempre estaba con una sonrisa, desperdigando amor entre los más necesitados. 
Según el padre Kolodiejchuk, “sus tinieblas se convirtieron en su más grande bendición”. Para el padre Langford “su noche oscura fue una escuela del espíritu donde aprendió a aferrarse a Dios, incluso en su dolor, mientras se ocupaba del dolor de los demás en lugar de abandonarse al propio”. Algunas frases sueltas tomadas de sus cartas, quizás puedan servir para tener una idea del sentimiento interior, no obstante el cual, jamás perdió la fe. “Mi alma permanece en profundas tinieblas y desolación. No, no me quejo, que haga conmigo todo lo que Él quiera”, escribía. “Parece que Dios se esconde por un tiempo; puede ser doloroso y si dura mucho se convierte en un martirio”, señalaba. “Rece por mí, pues en mi interior hay un frío glacial. Sólo la fe ciega me sostiene”, admitía. “Quiero amarle como nunca ha sido amado y, sin embargo, hay esa separación, ese terrible vacío, ese sentimiento de ausencia de Dios”, reconocía. 
Seguramente, en su noche oscura, el Señor le compartió la experiencia de su sed y, en los últimos instantes, le regaló nuevamente aquella presencia de amor que vivió en el tren y que un año antes de morir, estando gravemente enferma y sin poder comunicarse, la impulsó a pedir un papel y escribir: “Quiero a Jesús”.