Nicolás Flores tenía apenas 11 meses cuando el 28 de septiembre de 2000 sufrió un terrible accidente de tránsito en la ruta C-45, a la altura de Falda del Cañete, Córdoba, donde murió su abuelo. Y su madre y abuela resultaron con heridas graves. El bebé tuvo paros cardiorrespiratorios serios y prolongados, uno de 15 minutos, y un traumatismo de cráneo, con importante pérdida de masa encefálica.
A raíz de las heridas, los médicos le pronosticaron una “vida vegetativa” sin poder ver, escuchar, hablar ni caminar. Mientras su hijo permanecía tendido en el asfalto y luego, al ser trasladado en ambulancia, Osvaldo Flores, quien salió ileso del accidente, rezó a viva voz, casi a los gritos, al Cura Brochero para que lo salvara. Así ocurrió y la familia lo vive como “un canto a la vida”. “El diagnóstico de vida vegetativa nos entró por un oído y nos salió por el otro. Sabíamos que Nicolás iba a recuperarse”, dice su madre, Sandra Violino. la devoción por Brochero atravesó la vida familiar.
Flores y Violino le ofrecieron su matrimonio y su embarazo, mientras Nicolás fue bautizado al pie de las reliquias del venerable. Hoy Nicolás, próximo a los 14 años, aún tiene secuelas del accidente y continúa sometiéndose a un programa de rehabilitación, pero intenta llevar una vida “normal”.