Miércoles 04.10.2023

JUDIOS

Las tradiciones hebreas para despedir a un difunto

Por: Norma Kraselnik

Existe una serie de preceptos, rituales y costumbres milenarias para honrar a los seres queridos que fallecen.
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El miércoles de la semana pasada el pueblo judío ha conmemorado el Iom Kipur o Día del Perdón. En uno de los momentos más significativos de esta intensa jornada recitamos en todas las sinagogas el Izkor, la plegaria por los muertos. El día más sagrado del año, de ayuno, de introspección y reflexión sobre la finitud del ser humano y sus transgresiones, invocamos a nuestros seres queridos que partieron para sumarlos al pedido de perdón e interceder por ellos ante Dios.

En este sentido, en general corresponde ilustrar que la milenaria tradición hebrea ha forjado una serie de rituales de duelo que acompañan a sobrellevar la pena ante la pérdida irreparable. Comenzaré por una de las más antiguas que es la Kriá, la rasgadura de las vestimentas. Se realiza a la altura del corazón y es la expresión del desgarramiento ante el dolor, símbolo de una herida abierta y expuesta. La biblia menciona esta práctica en varias oportunidades, como cuando el patriarca Jacob rasgó su manto al creer que su hijo José había sido devorado por un animal (Gén. 37: 34). David hizo lo mismo al enterarse de la muerte del rey Saúl (2Sam. 1:11) y Job también rasgó su ropa cuando le comunicaron que sus hijos habían muerto (Job 1: 20).

Al retornar del sepelio comienza el período de Shivá (siete), los siete días de un luto intenso. En ellos, los deudos permanecen en el hogar, sentados en el suelo, lugar en donde descansa ahora el ser fallecido; se enciende una vela, Ner Neshamá, símbolo de su alma, y la familia es asistida por miembros de la comunidad que cumplen el precepto de Nijum Avelim, consuelo a los dolientes. Los amigos y familiares se dirigen a la casa de la Shivá y proveen a los enlutados la comida – que incluye alimentos como huevos o rosquitas, cuya forma redonda semeja al ciclo de vida- y todo lo que necesitan para no salir al exterior y participan del rezo diario que incluye el Kadish, la oración que elevan los deudos.

Pasada esta primera semana se retoma gradualmente la vida cotidiana y laboral. No obstante, en este nuevo período llamado Shloishim, “los 30”, en referencia al mes desde el entierro, se conservan algunas restricciones como la prohibición de participar de encuentros sociales, fiestas, afeitarse o cortarse el pelo. Ante el fallecimiento de un padre o de una madre, el duelo se extiende por un año.

Luego, se conmemorará periódicamente el aniversario de la muerte de un ser querido, el Yortzait. En dicha fecha, se visita la lápida de la persona. Es una costumbre judía colocar una piedra y no flores sobre la tumba tras la visita a un cementerio. Esto se debe a que en la antigüedad, se reconocía el sitio del entierro mediante una pila de piedras. Metafóricamente, mientras que las flores se marchitan, la piedra permanece intacta y manifiesta la fuerza del recuerdo.

En definitiva, los rituales de las tradiciones religiosas nos acompañan a transitar los momentos difíciles con el amor de la memoria.