Por: María Montero
Trabajar en pos de una esperanza fue una de las cosas que nos mantuvo vivos”. Con esta frase, Pedro Algorta, uno de los 16 sobrevivientes del accidente aéreo de Los Andes, ocurrido en 1972, alentó a docentes y directivos de escuelas secundarias, reunidos en el VIII Foro de “Educación en 3 D,” a no
desanimarse en el trabajo diario con los jóvenes.
“Uno puede sentirse alguna vez abandonado por el sistema, por los alumnos o por el propio entusiasmo -enunció-, pero desde mi experiencia de la situación de abandono en la que estábamos, todos buscamos la fuerza en el interior de cada uno y desde ahí nos pudimos comunicar con Dios, con la
vida y con lo que nos mantenía vivos que fue -estoy convencido- ese enorme instinto de supervivencia que tiene el ser humano, de sentir que vale la pena vivir”.
Convocados por laV icaría de la Educación de la arquidiócesis de Buenos Aires, más de 3.000 docentes porteños escuchaban en absoluto silencio y concentración sus palabras, en forma simultánea desde las sedes de los colegios Manuel Belgrano y Nuestra Señora de la Misericordia, del barrio de
Belgrano.
Todavía resonaba lo que unos minutos antes había afirmado el vicario episcopal,p adre Juan Torrella: “Nuestros chicos y chicas nos interpelan a ir en profundidad, a encontrarle el sentido a lo que les enseñamos, a mostrarles todavía más, que la vida tiene sentido”.
El relato de los 72 días que Algorta y sus compañeros de rugby vivieron en la cordillera hizo ref lexionar a los docentes sobre la importancia del trabajo en equipo en épocas de crisis tanto como la necesidad de generar auténticos líderes.
“Al principio teníamos una autoridad formal -explicó-, que de alguna manera ejercitaba el liderazgo del grupo, pero, cuando tuvo la tragedia de morir en una avalancha, quedamos solos. Eramos un grupo de chicos comunes y corrientes de 21 años que, desde nuestras fortalezas y debilidades relativas, tuvimos que ponernos a trabajar. En estos casos tan complicados las individualidades no alcanzan y el grupo entero se tiene que enfocar en un objetivo que, en
ese momento, para nosotros, era salir de la montaña”, afirmó.
Además de las intensas situaciones que tuvieron que vivir estos jóvenes, uno de los interrogantes de los docentes era cómo se podía sobrevivir emocionalmente a un hecho tan crítico y llevar, luego, una vida normal. De hecho, luego del accidente, Pedro Algorta se recibió de licenciado en Economía, se casó, tuvo 3 hijos y trabajó en empresas de primer nivel, como así lo hicieron también el resto de los sobrevivientes. Para él la respuesta tiene que ver con el cariño y la contención no sólo de sus familias sino de una sociedad que los comprendió y recibió en su seno,sin juzgarlos.
Para los participantes de la jornada, la experiencia de Algorta, al igual que la de otros expositores y talleres del Foro, les permitió debatir y ref lexionar sobre nuevas estrategias para acompañar a una juventud que en medio de las presiones sociales, sigue apostando a la vida.