“Resulta útil e interesante confrontar la ciencia con el texto bíblico. Todo pensamiento exageradamente dogmático es pernicioso. Pero debe tenerse
siempre presente que la verdad absoluta no se halla en los conocimientos científicos que, pese a todos los impresionantes avances alcanzados,
siguen siendo acotados. Ni en la simple interpretación del texto bíblico, que de acuerdo con los sabios del Midrash (Raba, Bemidbar 13: 15) posee 70 facetas”. Quien lo dice es el rabino Abraham Skorka, de la Comunidad ‘Benei Tikva’, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano ‘M.T. Meyer’, al referirse a la relación entre textos sagrados y ciencia. Para Skorka, “si fue realmente un viento fuerte y prolongado el que permitió a los Hijos de Israel
cruzar el Mar de los Juncos, cubriendo luego las aguas a las tropas egipcias que los perseguían, ¿acaso disminuye este hecho el milagro de que
haya ocurrido sincrónicamente permitiendo el paso de los unos e impidiendo el de los otros? El hecho de una posible comprensión de un hecho -señala- no mella en nada la magnificencia intrínseca del mismo. Sabemos tanto, por caso, acerca del funcionamiento del cuerpo humano desde su gestación misma. ¿Acaso disminuye ello el milagro que siente el creyente al abrir sus ojos cada mañana retornando a la vida plena?”. Y completa: “Para
el judío de todos los tiempos, los pasaje de la Tora son parte constitutiva de su identidad. El relato de la salida de Egipto, más allá de las teorías de arqueólogos e historiadores, es un mensaje de libertad, de respeto por la vida de cada individuo (junto a los hebreos lograron la libertad, a la sazón, esclavos de otros pueblos) y un perenne compromiso de lucha en aras a los mismos, que se manifestó a lo largo de la historia”.