De la canonización el domingo pasado participó el sacerdote cordobés Carlos Bossio. En 1980, Bossio sufría de septicemia múltiple, una enfermedad infecciosa por la que no le daban esperanzas de vida. Fue atendido en Bahía Blanca y después trasladado al Hospital Muñiz de Buenos Aires. Allí estuvo internado más de un mes hasta que los médicos le retiraron la medicación porque consideraron que no había más alternativas. Entonces, sus hermanos salesianos rezaron dos novenas pidiendo la intercesión de Zatti y se produjo una curación inexplicable. El caso fue elevado a una junta médica del Vaticano que terminó constatando que la curación no tenía explicación científica y, por tanto, se estaba en presencia de un milagro. Así, se logró el requisito que establecen las normas eclesiásticas para que fuese declarado beato, cosa que hizo Juan Pablo II en 2022.
En 2016, en Lipa (Filipinas), un hombre de aproximadamente 45 años tuvo un accidente cerebrovascular masivo. Al igual que sucedió con el padre Bossio, lo mandaron a su casa porque consideraban que solamente viviría unas horas más. Además, había sido su deseo el morir rodeado de sus afectos. Él tenía un hermano que era coadjutor salesiano y, en sus plegarias, invocó al santo para que lo curara. El hombre no solo se sanó, sino que no le quedaron secuelas. También este caso fue propuesto y, finalmente, aceptado por la junta médica del Vaticano, lo cual abrió paso a su proclamación como santo el domingo pasado por parte de Francisco.
El obispo de Viedma, Pedro M. Laxague, que también participó de la canonización en la Plaza de San Pedro, destacó que se haya proclamado santo a “un hombre simple cuya principal virtud fue ser un hombre bueno”. Asimismo, Laxague expresó su deseo que “nos contagiemos de este anhelo grande de vivir para los demás, haciendo una relación de familia y cercanía con todos, especialmente con los más sufridos”.
A fines de septiembre pasado, por unanimidad del Concejo Deliberante, Zatti fue declarado patrono de Viedma.
