Dios envió a los Mensajeros -o sea, a los profetas para dirigir a la gente a la verdad y así ser purificados
de sus errores. Aquellos que fueron iluminados por los Mensajeros encontraron el camino hacia la Presencia Divina y alcanzaron el rango más alto de la humanidad. En las palabras del intelectual Ibrahim Hakk: «Dios declaró que Él no podía ser contenido por el Cielo y la Tierra. Él sólo puede ser conocido y alcanzado por los corazones». Razón por la que los Mensajeros fueron conduciendo a la humanidad al conocimiento de Dios.
Aquellos que siguen la guía de los profetas son conmovidos por Dios en lo más íntimo de su ser, ya sea el corazón, el alma o la conciencia, que sólo Dios puede abarcar íntegramente. Las mentes no pueden comprenderlo, y la filosofía no puede alcanzarlo. Por lo tanto, los profetas purificaron las almas, para que fueran espejos en los cuales Dios pudiera manifestarse. El profeta Muhammad nos dejó el Corán y la tradición profética para mostrarnos cómo seguir un camino que cumple el objetivo para el cual fueron enviados los Profetas.
Es necesario enfatizar tres puntos. En primer lugar, los profetas no eran hombres ordinarios, sino hombres elegidos, a través de los cuales Dios se manifestó. Dios los eligió y prestó gran atención a su educación de modo que siempre trataran de obtener Su aprobación. Como sus predecesores, el profetaMuhammad siempre buscaba complacer a Dios. Sus últimas palabras fueron: “¡A Rafiq al-Ala!”
(A la Morada Más Sublime). En segundo lugar, el mundo siempre albergará sucesores que dedicarán sus vidas a propagar la verdad. Ellos debieron buscar lo que los profetas buscaron, predicar lo que los profetas predicaron, y estrictamente seguir a los profetas en recomendar el bien e impedir lo reprobable.
En tercer lugar, la muerte no es la aniquilación total, sino un cambio de mundos, sin separarse completamente de éste. Las muertes de los profetas son especiales. En el caso de los mártires, cuyo grado espiritual es inferior al de un profeta, el Corán señala: “Y no digáis de los que han muerto por la causa de Dios: «Están muertos», sino que están vivos, pero no os dais cuenta” (2:154). Entonces no podemos decir que los profetas estén muertos. Así, el profeta Muhammad no murió en el sentido estricto de la palabra; él sólo cambió de lugar y pasó a otra dimensión o grado de la vida.
Aunque cada profeta fue un ser inteligente y dotado de un entendimiento amplio y un alma pura, estos rasgos no desempeñan ningún papel en la elección de un profeta por Dios. La mayor parte de ellos, incluyendo a Muhammad, eran iletrados y, por lo tanto, fueron enseñados por Dios, se sometieron totalmente a Dios, y cumplieron con su misión sólo
porque Dios les mandó hacerlo. Nunca transgredieron o se desviaron de su camino para tener éxito. Cuando se enfrentaron a amenazas u ofertas seductoras, respondieron con palabras similares a aquellas del profeta Muhammad: «Aunque pusierais el Sol en mi mano derecha y la Luna en mi izquierda, nunca dejaría de predicar mi causa». Él sabía que el Corán es la Palabra de Dios, y así también soportó toda dificultad y oposición.
¿Para qué son enviados los profetas? Tanto el judaísmo como el cristianismo y el Islam poseen un tronco común: provienen del mismo profeta Abraham. En estas tres religiones la revelación de Dios ha sido descendida hacia grandes hombres, que han aceptado la palabra divina y por ello se han convertido en Profetas que iluminan el camino de la humanidad. Jesús, hijo de María, es uno de los mensajeros de Dios, a quien los musulmanes aman y respetan profundamente, de forma tal que cada vez que lo nombran seguidamente dicen “que la paz sea con él”. Es el Mesías, nacido por medio de una Virgen, la más importante de las mujeres en el Islam y ejemplo de verdadera paciencia y obediencia. Abraham, Moisés, Jesús, Muhammad, trajeron luz en el camino de los hombres, la luz de la Palabra divina. Judíos, cristianos y musulmanes se unen gracias a estas grandes figuras que son llave de paz entre los pueblos.
* Extraído de su libro “Muhammad, el Mensajero de Dios”