EDUCACION

Manos a la obra contra la droga

Por: María Montero

La Iglesia pidió asumir el desafío que plantea la drogadicción. Varios rectores recogieron el guante y decidieron avanzar en iniciativas. El papel clave de los valores en la prevención.
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Hace unos meses, en la Misa por la Educación, el cardenal Jorge Bergoglio denunciaba la venta de drogas en las puertas de los colegios porteños y preguntaba: “¿Qué se hace? ¿Quién le pone remedio a esto?”.
Esta semana, un grupo de rectores de colegios dependientes de la vicaría de la Educación del arzobispado de Buenos Aires, se reunieron para buscar respuestas y compartir experiencias de acciones que ya se están llevando a cabo en algunas escuelas. Algunos avanzaron con campamentos de padres e hijos, talleres dirigidos por psicólogos y asesoramiento profesional a docentes para tratar el tema con los alumnos, aunque
advirtieron que la solución estaba en poder transmitir valores, tales como la defensa de la vida, el respeto
por el otro y el diálogo.
Alfredo León, rector del colegio San Bartolomé de Parque Patricios, explica que en su escuela habían participado de una jornada con los tres niveles de estudio para encarar el tema no sólo de la droga en sí sino, especialmente, el problema del alcohol en los adolescentes. La conclusión a la que arribaron fue que la escuela es el ámbito más propicio para la prevención.“Además -puntualiza- incluimos al nivel inicial porque el problema no es únicamente de alumnos, sino que tenemos situaciones de papás adictos”.
Existe la idea de que la droga se mueve más libremente en villas y barrios marginales y aunque Andrea
Rossi, rectora del colegio Nuestra Señora del Pilar, de Recoleta, reconoce que hay zonas más vulnerables, opina que “no se puede seguir pensando desde nuestro parámetro de juventud, en que sabíamos que existía la droga pero siempre estaba lejos. Hoy los chicos la tienen todos los días al lado, aun en zonas no tan vulnerables -asegura-, y además están la bulimia y la anorexia que también son adicciones que ya se inician en el primario”.
“En las escuelas se insiste mucho en la excelencia de la parte intelectual y cognitiva -reconoce Rubén Mercalli, del colegio Santa Clara, ubicado en el Bajo Flores-, pero las adicciones tienen que ver con la parte volitiva. Si me sé controlar, puedo usar bien mi libertad y eso se empieza a trabajar desde chiquito”, afirma. Para el directivo, tiene que haber una educación emocional y afectiva, una formación en valores que les permita
crear el hábito de discernir entre distintas opciones.
El error, según Javier Alvarez del Instituto Hijas de Jesús, de Villa Urquiza, es ubicarse afuera del problema y encarar la prevención hacia los otros, cuando habría que mirarse también a sí mismo. “Nos cuesta asumir que no todas las adicciones son de los alumnos – dice-, sino que también hay adultos con personalidades adictivas como, por ejemplo, al trabajo, que hace que muchos chicos no tengan un referente con quién hablar”.
“Cuando descubren que Dios los creó por amor, pueden amarse a sí mismos. Cuando sienten que docentes se preocupan por ellos y los quieren, pueden valorar su vida”, asegura Teresa Buireo, del Instituto Juan Santos Gaynor de Belgrano, quien opina que la formación de la persona pasa por motivar la tendencia del ser humano
hacia el bien en relación con el mundo y el otro, creando buenos hábitos que les permitan valorarse y quererse como personas. Elena de Carli, directora pedagógica de la vicaría de Educación cree que hoy la escuela es un lugar de salud, “un espacio ganado, porque los chicos saben que adentro no pueden hacer lo que hacen afuera, y eso lo convierte en un lugar de protección.” Todos los rectores coincidieron en que la formación debe partir desde muy temprana edad, incorporando a las familias y en red con otros colegios, para compartir los
talentos y las riquezas de cada uno. Se trata de un objetivo común y confían en alcanzarlo.