Los preceptos fundamentales de la religión musulmana contemplan cinco pilares: la profesión de fe, la oración, la limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca. Este último es un acto de adoración que reúne muchas otras formas, tanto físicas como espirituales y económicas. La peregrinación a la Meca es obligatoria al menos una vez en la vida para todo musulmán que pueda realizarla. Dice el Corán: “Es una obligación para los hombres peregrinar a esta Casa si se encuentran en condiciones de hacerlo [físicas y económicas]. Pero quien niegue lo que Allah ha prescrito, sepa que Él puede prescindir de todas las criaturas” (Corán 3:97).
La peregrinación o Hajj consiste en acudir a la Mezquita Sagrada con la intención de cumplir con los ritos propios del Hajj, siguiendo lo establecido por el Profeta, vistiendo con el “Ihram” como forma de consagración ritual, que implica despojarse de la vestimenta normal y abstenerse de ciertos hábitos como la caza, cortarse el pelo y las uñas. La circunvalación alrededor de la Kábah siete veces, hacer el recorrido entre Safa y Marwa siete veces, permanecer en el
valle de Arafat, arrojar piedras a los obeliscos de Al Yamarat en Mina y otros ritos. Todos los actos de la peregrinación se concentran entre los días 8 y 13 del mes de Dul Híyah, que es el duodécimo del calendario lunar islámico.
Uno de los fundamentos y objetivos de la peregrinación es el de mostrar obediencia y sumisión a Dios. Abandonando todo accesorio de lujo y de vestimenta, el peregrino viste dos piezas de tela sin coser demostrando así su sumisión al Creador, se aleja del ruido de la vida mundanal que lo distancia de Su Señor, y por ello consigue el perdón de Dios y Su misericordia. Otro es agradecer por los favores de Dios. Por una parte se agradece a Dios la bendición de la riqueza
material (dinero, bienes, etc.), y por otra se agradece por la bendición de tener salud. Estas son dos de las bendiciones más grandes concedidas por Dios.
La importancia de la Peregrinación también es la de reunirse con musulmanes de todo el mundo. En ese santo lugar no existen las diferencias entre ricos y pobres, entre hombres y mujeres, negros y blancos, ni siquiera diferencias por el idioma. Durante la peregrinación, los musulmanes celebran la mayor reunión de personas en donde se aconseja seguir el camino de la bondad, la piedad, la paciencia y la defensa del derecho y de la justicia.
En ese viaje también se hace la evocación del Día del Juicio. Al musulmán, la peregrinación le recuerda el Día de la Resurrección ya que se despoja de sus ropas ordinarias y sólo viste dos trozos de tela que parecen mortajas, entra en la consagración ritual (estado de ihram), permanece en el valle de Arafat como el Día del Juicio, el día en que tendrá que responder por sus acciones, logrando a través de sus obras de bien la complacencia de Dios y el Paraíso.
Además es una forma de manifestar la unicidad de Dios y adorarlo únicamente a Él, con actos y palabras: El lema que repite el peregrino es: “Oh, Dios, respondemos a tu llamada, ciertamente no tienes copartícipe; todas las alabanzas, las bendiciones y el poder Te pertenecen, oh, Dios, no tienes copartícipe [en la adoración]”. Un compañero del Profeta dijo al describir el lema del éste durante la peregrinación: “Empezó pronunciando la unicidad absoluta de Dios”.
Según afirmó el Profeta Muhammad cuando le preguntaron sobre la peregrinación a La Meca o Hajj, “es una de las mejores obras y de las más excelentes”.
Es una oportunidad magnánima para conseguir el perdón de Dios, ya que dijo el Mensajero de Dios Muhammad: “Quien peregrine y se abstenga (durante los
días de la peregrinación) de las relaciones maritales y no cometa ninguna obscenidad, volverá de la peregrinación puro como el día que le dio a luz su madre” es decir, sin pecados.
También para la salvación del Fuego. Dijo el Profeta: “No hay mejor día y en el que Allah libera a más gente del Fuego que el día de Arafat”. Y también: “La peregrinación bien realizada y aceptada por Allah no tiene otra recompensa que el Paraíso”.