judaismo -AUTOR: Silvina Chemen

Pésaj de puertas abiertas

Dos calles del barrio de Palermo volvieron a ser escenario de la tradicional celebración judía y una ocasión para debatir sobre la libertad comunitaria.
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Participé recientemente en el Pésaj Urbano, una experiencia que se repite desde hace varios años, en el que un par de cuadras del barrio de Palermo se inundan de símbolos, contenidos, olores y sabores de la festividad. Tuve el honor de participar de una de las mesas del Ágora, con Alejandro Dujovne y conducida por Darío Sztanjszrajber. Nuestro tema fue acerca de la pregunta de si somos un pueblo libre. Y quizás la experiencia de participar en esta iniciativa es en sí misma una respuesta.
Somos libres cuando las celebraciones privadas, en este caso de orden tradicional o religioso, pueden ser compartidas en el ámbito público. Cuando podemos habitar el espacio de todos los días y mostrar nuestros colores particulares sabiéndonos parte de esta paleta sublime que es la diversidad que habita nuestro país. Cuando judíos de diferentes extracciones, costumbres y posiciones respecto de la religiosidad también compartimos un mismo espacio diverso, para hablar de la  celebración. Somos libres, en fin, cuando podemos transitar los lugares de los otros, con tranquilidad y alegría. Pésaj es una celebración que nos convoca a múltiples significados, englobados quizás en el concepto general y abarcativo de libertad. Lo que le pasó a los hebreos en una tierra de opresión le pasa a tantos grupos en tantos lugares del mundo; minorías explotadas, expropiadas, manipuladas, no reconocidas en sus derechos, cautivos –como dice Goldman- por las garras o la negligencia del poder de turno.
En nuestro país, como judíos, tenemos la bendición de poder festejar Pésaj en la calle. De cantar nuestras melodías y saborear  nuestros manjares con todos los que quieran compartir la mesa. La noche del Séder -de la celebración familiar de Pésaj- lo hacemos con la puerta abierta, con la esperanza de que el profeta Elías venga a anunciar la redención. Redención que llegará cuando seamos capaces de abrir la puerta para compartir la mesa y hacerle lugar a todo aquél que necesite compañía. En el Pésaj Urbano el fenómeno fue al revés: salimos de nuestras casas para poder invitar a todos y mirar a cada uno a los ojos; quizás ésa sea la nueva cara que tiene hoy el profeta que anunciará la llegada de un mundo más justo, equitativo, sensible y libre para todos