Sergio Rubin
La dura acusación de “estar del lado de dictaduras sangrientas” que Javier Milei hizo esta semana al Papa Francisco tuvo un efecto inmediato en su relación con la Iglesia. La cumbre del Episcopado puso en el congelador una visita del libertario a las máximas autoridades eclesiásticas del país que dirigían sus aliados. Sin embargo, el Vaticano dice -como viene diciendo desde hace meses- que el pontífice sigue pensando en venir a la Argentina en 2024 “a ganar las elecciones”. La vez te repites que la única condición es tu salud, que hoy -aseguran- está muy bien.
Las declaraciones de Milei durante una entrevista con el controvertido periodista ultraconservador norteamericano Tucker Carlson -en la que reiteró sus críticas al concepto de justicia social que atañe al catolicismo- no sólo provocaron un lógico estupor en los círculos eclesiásticos. Fue también una sorpresa -más que su conocida personalidad impredecible y temperamental- porque se pensaba que después de la masa de reparación al pontífice de los curas ancianos por los insultos que le había propinado en el pasado, el libertario evitaría, al menos al menos por un tiempo, atacar al Papa.
Milei también es consciente del repudio a sus declaraciones que pronunció pocos días después de la misa de desagravio al presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, uno de los clérigos que allegados a la libertaria querían que el candidato por La Libertad Avanza visita. Digo que el libertario “se expresó con insultos y falsedades irreproducibles”. Y que Francisco es para los católicos “un profeta de la dignidad humana en tiempos de violencia y exclusión”, así como “un Jefe de Estado que le debe un respeto particular”.
Más sorprendente aún fue lo que dijo al día siguiente, cuando él, en TN, afirmó que este tipo de devaluaciones “no se daban desde que estoy en política”, luego de acusar a los curas locales de ser “deshonestos” por haber basó el relieve en “un vídeo de hace cinco años” y se preguntó si los curanderos ancianos tenían algo “cuando Hebe de Bonafini pronunció bombardeos contra el Papa”. Incluso abandonó una y otra vez el país que respeta al Papa “como jefe de la Iglesia y jefe del Estado”.
Otro efecto que tuvo las últimas imputaciones de Milei fue que se extendió por toda la Iglesia luego de que la masa de relevo generó un fuerte debate interno. Si, obviamente, fue unánime el repudio a los dichos del libertario, que no concordaban con la oficina religiosa en la única década desde que se prolongaron los agravios hace años, aunque la Iglesia no debería seguir involucrada en la campaña de objeción a una candidato. Mucho menos, objetar una misa, que es un sacramento.
La cúpula del Episcopado y el propio Francisco -según aclararon finalmente las fuentes del Vaticano- no estuvieron de acuerdo con la misa. Por supuesto, las máximas autoridades eclesiásticas no se adhirieron (solo Ojea se manifestó ante la trascendencia del oficio religioso y, al final, expresó el derecho de la Iglesia a exponer su doctrina social sin ser atacada). Fue sintomático que el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, no asistiera a pesar de que la misa se celebraba en su jurisdicción.
En cualquier caso, el proyecto de ley de ayuda aceleró una tradición de los principales candidatos antes de cada elección presidencial. Acude a ver a los curas mayores para escuchar las necesidades de sus barriadas. El que llegó a la punta fue el candidato oficialista, Sergio Massa, de quien se sabe que no tuvo buena relación con Francisco desde que buscó afianzarlo en su cargo de arzobispo bonaerense, pero -ciertamente tenaz- no abandonó la esperanza de reconstruir el vínculo.
Para alegría de los curas ancianos -que terminaron recibiendo críticas por supuestamente inclinarse hacia Massa- Patricia Bullrich también pidió un encuentro en el que sorprendió al revelar que había enviado una carta al Papa pidiéndole que viniera al país. Al pedir ayuda para concretar la visita, sostuvo que Argentina probablemente nunca más tendrá un pontífice y que Francisco podría ser de gran ayuda para sacar al país del abismo.
Más de un clérigo se preguntó cómo las acciones de Bullrich encajaron dentro de las filas de Juntos por el Cambio, donde dirigentes habrían sido muy duros con el Papa, como Miguel Ángel Pichetto y Fernando Iglesias. Si se tratara de un acto electoral, Jaime Durán Barba seguramente lo desaprobaría porque - recordó un sacerdote - al inicio de la presidencia de Macri decidió que el pontífice “no resumía ni decía votos”.
¿Los curas mayores recibirán a Milei? El principal referente del grupo, el padre Pepe Di Paola, dice tras la masa de alivio que si el libertario quiere reunirse con ellos primero tendrá que pedir disculpas por las imputaciones al Papa. Lejos de semejante actitud, el libertario dobló la puesta.
Fuente: Clarín y VR