¿Por qué me llamarán del colegio?, se preguntan un padre o una madre.
En principio, acuden a la defensiva, en general con alguna molestia, en actitud de respaldo o de cierta complicidad con el hijo o la hija. Comienza la entrevista con el docente o directivo, diríamos, en un tono alto. A medida que descubren la intención de ayudar, de acompañar y de buscar caminos, se
va desarmando aquella postura inicial. Y, en ese momento, brotan las lágrimas y el pedido de ayuda de los papás.
Los docentes se sienten solos, los papás desbordados, y ambos sobrecargados. La escuela no puede con todo lo que le llega a sus patios y aulas. La familia experimenta la escasez de recursos. Mientras tanto, muchos otros en la sociedad, miran para otra parte.
La urgencia pide que la escuela y la familia, desde sus fragilidades, se junten y multipliquen así sus energías, para complementarse y fortalecerse, en favor de los chicos.
¡Hay equipo!