Por: Lara Salinas
Recientemente Netflix incorporó a su catálogo el documental “El Papa Francisco: Un hombre de palabra”, escrito y dirigido por Wim Wenders, ganador de tres premios Óscar.
Esta película se presentó en el Festival de Cannes en el 2018. Los organizadores la habían seleccionado como una de las proyecciones especiales fuera de concurso y el delegado general del festival, Thierry Frémaux, había anticipado que era un buen y bello documental, y que los espectadores iban a sorprenderse.
El día del estreno, Wenders comunicó la ausencia de su protagonista de forma graciosa: “No vendrá el pontífice, porque hoy es domingo y trabaja”, dijo. La presentación del documental se realizó a sala llena, ante un público realmente emocionado. Y el motivo por el que la película conmovió fue, en palabras de su director, por la profunda preocupación de Francisco por el planeta. “Me ha impresionado sobre todo cómo ha unido el problema del cambio climático y la pobreza”, había confesado también el cineasta durante el rodaje.
Este proyecto, explica Vatican Media, partió de la idea de hacer una película “con” Francisco y no “sobre” él, es decir centrada en su mensaje. Y si bien el documental impacta cuando muestra la fortaleza de Francisco para promover cambios profundos en el Vaticano, lo que sorprende del pontífice es su lado más humano: el vínculo que establece con las personas en sus viajes alrededor del mundo. La claridad, la seguridad y la sencillez con la que el Papa Francisco fundamenta su punto de vista es, sin dudas, convocante. Y más lo es aún ver cómo, con su mirada o con unas palabras, alivia el sufrimiento de las personas que se acercan a él.
El documental muestra a un Papa cercano, que entra a los asentamientos para conversar con los vecinos, que visita a quienes permanecen en los campos de refugiados, que lava los pies de los que están en las cárceles y se compadece por los niños hospitalizados. Es un sacerdote que sabe escuchar y puede entender las distintas necesidades de las personas de todas partes del mundo y tocar, con sus palabras de consuelo y fortaleza, los corazones dolidos. Y, también cuando la situación lo amerita, muestra su gran sentido del humor e invita a la sonrisa.
A su vez, se lo ve como a un hombre con grandes convicciones. Como san Francisco de Asís, se muestra profundamente comprometido con el cambio social y el cuidado del medioambiente. El documental realiza un contraste entre las ideas del Papa con la vocación reformadora y ecologista del santo de Asís. Para eso, muestra las semejanzas entre los dos tocayos con breves dramatizaciones de distintos momentos de la vida del santo, a partir de su conversión.
Asimismo, se indaga en el interés de Francisco por el diálogo ecuménico entre las religiones y entre individuos de ideologías opuestas. Al igual que el santo de Asís, el Papa quiere ser instrumento de paz y propicia encuentros y tratados entre las naciones. De esta forma, su mensaje es inspirador no solo para los católicos, sino también para las personas de otros credos o no creyentes, quienes pueden encontrar riqueza en su sencillez y en el profundo sentido humanitario que tienen sus palabras.
En definitiva, este documental es mucho más que un compendio de la forma de vivir la fe o un esbozo de la espiritualidad del Papa. Del otro lado de la pantalla, quien era nuestro cardenal Jorge Bergoglio parece buscar con la mirada a los espectadores, como si intentara hacer contacto visual, para dejar un mensaje de humanidad y ternura. Un recordatorio de en qué consiste ser humanos.