ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA - AUTOR: PBRO. GUILLERMO MARCO

Un gran gesto de humildad

Por: P. Guillermo Marcó

La renuncia de Benedicto XVI, que sorprendió a todos, puede leerse como una lección para los poderosos del mundo. El Papa necesita fuerzas y lucidez para no dejar que “otros” tomen las riendas de la Iglesia.
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 Estamos transitando un momento fascinante y tremendo de la vida de la Iglesia. La Sede está vacante, pero el Papa no ha muerto, se sigue llamando Benedicto XVI –aunque sea emérito– y convivirá en el Vaticano con el Papa elegido.
Con un poco de perspectiva sobre el tema quisiera reflexionar sobre las aristas de esta renuncia.
En primer lugar “sorprendió”. No estamos acostumbrados a que un Papa renuncie. Además, generó dos tipos de opiniones: en general
fue bien valorada por la gente y vista como un gesto muy fuerte para los poderosos del mundo. Como diría Maquiavelo: “Propio del poder es querer retenerlo para siempre”. En este contexto, que alguien que indiscutidamente goza de un poder vitalicio decida irse a su casa, resulta un gesto grandioso y humilde.
Por otro lado está el valor simbólico del Papado. El  Papa asume el cargo y lo lleva hasta entregar su vida en él. Los peregrinos vemos en su figura al “Vicario de Cristo”.Es por eso que han surgido críticas y cuestionamientos a su decisión. Un cardenal de relieve, el australiano George Pell, arzobispo de Sidney, en una entrevista televisiva, consideró que la dimisión de Benedicto XVI podría crear un precedente que eventualmente dejaría a la Iglesia en un estado de incertidumbre. “Podría haber personas que, al estar en desacuerdo con un futuro Papa, podrían montar una campaña en su contra para inducirlo a la renuncia”, dijo.
A su vez, el arzobispo de Dijón, Francia, monseñor Roland Minnerath, indicó que, después de haber sabido la noticia de la renuncia de Ratzinger, no podía creer lo que estaba pasando: “¿Qué es lo importante en el ministerio de un sacerdote, de un obispo, de un Papa? ¿Sus dotes intelectuales o el don que hace de sí mismo a Cristo? ¿No es este, acaso, el fruto más importante de todos?”.Al igual que el ex secretario de Juan Pablo II, el cardenal Stanislaw Dziwisz, quien dijo que un Papa “no debe bajarse de la cruz”,  innerath echó mano de ese argumento. Más aún: comparó la decisión de Benedicto XVI con la conducta del Papa polaco: “Estaba cada vez más impedido en los últimos años, pero permaneció en su lugar. Y dio un ejemplo de fidelidad al llamado recibido”. El arzobispo de Dijón también observó que introducir “un criterio de eficiencia es comprensible y válido en el gobierno de las cuestiones temporales de un jefe de Estado. Pero el ejercicio del presbiterado y del episcopado es una cosa diferente”.
Voy a dar humildemente mi opinión: como lo señaló Benedicto XVI, la Iglesia es de Cristo.
Los hombres pasamos, podemos seguir dando testimonio de la fidelidad a Cristo desde otro lugar, si con humildad vemos que hemos dejado de ser aptos para llevar las responsabilidades que asumimos. Si la Iglesia fijó para los obispos y presbíteros los 75 años para dejar sus puestos, está bien que el pontífice –que es obispo de Roma– tenga la posibilidad del retiro, no porque sea un funcionario, sino porque hacen falta fuerzas y lucidez para no dejar que “otros” que no son el Papa se hagan con las riendas de la Iglesia de Cristo. O se enferma, y gobierna la curia romana, hoy muy cuestionada. Creo que esto es lo que vio claramente Benedicto XVI y optó por dejar la Sede a otro sucesor de Pedro.