RECUPERAN UN VALIOSO PATRIMONIO CULTURAL Y RELIGIOS0

UN HOSPITAL DE TEXTOS ANTIGUOS

Por: María Montero

Los jesuitas cuentan en el país con un laboratorio de conservación de libros de la época de la colonia.
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Lo cuidamos hasta que está listo para irse y cuando ocurre, nos queda un sentimiento de tristeza por la ausencia pero también de orgullo, al ver en lo que se convirtió”. La frase, habitual en padres cuando un hijo deja el hogar, en este caso es usada por Susana Cagliolo, para referirse a un libro. Y no es para menos.
Porque en el Laboratorio de conservación Nicolás Yapuguay que poseen los jesuitas en el colegio del Salvador de esta capital, primero y único en el país que se
especializa en conservación de papel de libros y documentos de archivo, cada día es un desafío ante incunables o textos degradados de más de 300 años.
El grupo de trabajo está formado por dos químicos, dos biólogas, una museóloga, una historiadora y dos estudiantes de la licenciatura en conservación y restauración. Cagliolo dice que “antes de empezar la restauración se hace el diagnóstico libro por libro y cada uno desde su formación va haciendo el análisis
según sean las obras, que van desde el siglo XV hasta el XIX”. Y añade: “Cada una tiene distintas características y patologías, generalmente son problemas de tapas o de papel”. Explica que los papeles antiguos, al estar constituidos puramente de algodón o de lino, se mantienen mejor. “A partir de 1850 –continúa– la pulpa de papel se empieza a hacer con madera, un componente que se oxida, dando esa característica amarilla y quebradiza”. 
Los procesos son largos. Pueden llevar dos semanas o varios meses, a diferencia de Europa, donde la restauración es una tradición de muchísimos años, con 
tecnología de avanzada. “Hace dos años el gobierno de Italia donó desde el equipamiento hasta la formación profesional“, dice el licenciado Diego Villaverde encargado del Laboratorio. “Este año por segunda vez –agrega– viajó por tres meses un restaurador orentino a capacitar a nuestros profesionales”.
El laboratorio trabaja con los libros del Fondo Antiguo de los jesuitas, que tiene más de 15.000 obras y también con particulares o instituciones. Villaverde rescata
un hecho ecuménico en favor de la memoria cultural. “En estos días nos hemos unido a las iglesias evangélicas tradicionales, reunidas en el ISEDET (Instituto
evangélico de teología) para restaurar volúmenes antiguos donde participan católicos y protestantes junto con Harvard University, que nancia el proyecto”.
“La verdad es que no los querríamos devolver”, chancean re- riéndose a esos libros que tan íntimamente conocen. “Este es precioso, aquel es maravilloso”, dicen.
Y coinciden: el más querido es un manual de oraciones de la Compañía de Jesús en las reducciones de Paraguay de 1721. Fue hecho en la primera imprenta
rioplatense construida en la selva. “Es un guaranítico y bilingüe latin-guaraní, –se apasiona Villaverde–; debe ser uno de los primeros, porque el guaraní era la
l e n g u a o r a l ” . E ima g i n a a aborígenes y jesuitas rezando juntos cada uno en su idioma.