Por: María Montero
Después de dos años de remodelaciones, el Museo del Holocausto de Buenos Aires reabrió sus puertas en su histórico edificio de la calle Montevideo 919 con una exhibición permanente de gran despliegue tecnológico y una moderna infraestructura.
En un espacio de 1500 metros cuadrados se encuentran registrados testimonios de sobrevivientes en primera persona, mapas, cámaras de fotos y objetos de la vida cotidiana antes de la guerra, hasta una tumba donde recordar a las víctimas y una máquina de escribir que sobrevivió al atentado a la AMIA, que permite reflexionar sobre los efectos de la discriminación. De esta forma se propone no solo educar y mantener viva la memoria de la Shoá, sino la defensa de los derechos humanos. “Tenemos una postura muy férrea en contra de cualquier ideología que fomente el odio ante cualquier grupo determinado -expresó Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo del museoes por eso que la alerta temprana de cualquier movimiento o ideología que pueda prender un genocidio es importante”. También recordó que llegar al Holocausto llevó nueve años y que todo comenzó con una política de difusión a través de libros, juegos infantiles y películas donde el propósito era demostrar que los judíos eran enemigos de la identidad alemana.
Según las autoridades, la muestra cuenta con herramientas pedagógicas y tecnológicas de última generación y está a la altura de los museos más modernos del mundo.
El recorrido comienza con el ascenso de Hitler al poder, y cómo el terror a través de la propaganda antisemita y el consenso consolidaron el nazismo. La invasión de Polonia por parte de los alemanes, el surgimiento de los guetos, el exterminio judío, el fin de la guerra y la captura de Eichmann en Argentina.
Aunque claro que los judíos no fueron las únicas víctimas. Se sabe que 250 mil personas fueron asesinadas para preservar la pureza de la raza aria. En la galería del subsuelo, por ejemplo, se exhibe la propaganda del programa “eugenesia y eutanasia” de 1939 donde un médico acompaña a una persona discapacitada con un cartel que afirma que las personas genéticamente enfermas cuestan mucho dinero. Para cerrar la muestra se eligió el primer piso donde desde una tribuna se pueden leer los nombres de las seis millones de víctimas para pasar luego al espacio dedicado a los justos entre las naciones. Aquellas personas que arriesgaron su vida para salvar a los judíos.
El contenido de la exhibición estuvo a cargo de Bruno Garbari, con el asesoramiento y contribución de importantes especialistas internacionales y un equipo interdisciplinario formado por historiadores, museólogos, arquitectos, educadores, técnicos en multimedia, diseñadores gráficos, sobrevivientes y un equipo de voluntarios.
El Museo,que fue declarado Sitio de Interés Cultural, desarrolló una muestra permanente con 5500 objetos, no todos en exhibición.